Fotografía: http://flickr.com/photos/sigmaorion/2465425330 |
Me dediqué a observarla. No tenía otra cosa que
hacer hasta el instante de mi partida. Me imaginé una vida para ella.
Vi una niña alegre, dicharachera, atrevida…, estados
que dieron paso a una jovencita demasiado alocada, amante de los riesgos, aun
así comedida en sus actos. Conoció el amor de la mano de su mejor amigo y
demasiado pronto, para mi gusto. Son
sólo suposiciones, pero esa mujer es de las que enamoran y se dejan
enamorar a edades tempranas.
Me despista el que no lleve anillo en su dedo
anular, tal vez hoy lo olvidó, más la veo casada y no con muchos hijos, a lo
sumo dos. Me aventuro imaginándola con niñas, lo que siempre deseó: dos amigas,
dos cómplices, dos hermanas, las que nunca tuvo, ya que fue la única chica de
cuatro hermanos.
La vida le ha regalado distintas tonalidades, de
cuando en cuando las opacas ensombrecen a las llamativas, regresan del fondo
del pensamiento para hacerle recordar que siguen ahí.
No sabría con exactitud su edad. No es mayor,
tampoco muy joven, es esa edad indefinida que algunas mujeres llegan a alcanzar
en un momento dado. Su belleza serena le hace tener un rostro aniñado, aunque
hay un surco que sobresale de los demás, es más profundo, como si guardara algo
muy intenso. Me intriga.
La suma de los días le ha enseñado el arte del saber
esperar, el de todo llega y, también, el del nada es para siempre. El amor de
su vida todavía camina a su lado, las hijas hace tiempo que abandonaron el
hogar.
Otra vez mis ojos se han posado en esa muesca de su
cara. El sonido de mi tren me devolvió a la realidad, al igual que lo hizo con
ella. Se levantó y guió sus pasos hacía el exterior. Pasaron meses hasta que la
volví a ver. Confieso que la buscaba con la mirada cada día que venía aquí.
Proyectó en mi persona una especie de inquietud, algo me arrastraba a querer
saber de ella.
Hoy la volví a ver. Curiosamente el mismo banco me
devolvía la imagen que guardaba de ella. Sentada con las manos sobre el regazo,
la cabeza ligeramente ladeada, su rostro seguía sosteniendo aquella sonrisa, la
mirada hundida en los railes y el pensamiento quién sabe dónde. Me recordaba a
una Penélope, esperando a su Ulises. La eterna espera.
Esta vez no quise imaginarme su vida. Quise saber.
Me senté a su lado. La observé en silencio hasta que lo quebré con un saludo,
una observación sobre el tiempo y un detalle personal.
-
Voy a Segovia-. Puntualicé. -¿Y
usted?
-
A ninguna parte-. Sonrió.
Me sorprendió la respuesta.
-
No es que no quiera decirle a dónde
voy, es la verdad. Cada día vengo hasta aquí, me siento y espero.
-
¿Espera a alguien?-.
-
No, nunca volverá, se fue para no
volver-. Hizo un conato de sonrisa.
-
¿Quién sabe?-. Intenté alentar.
-
Murió aquí mismo junto a su amante,
un once de marzo. Desde entonces vengo cada día a recordarme que las lágrimas
sólo sirven para añadirle sal a la vida y no para llorarle a nadie.
Me quedé
sin palabras. Siguió contando una vida totalmente distinta a la que yo había
fantaseado para ella. Únicamente acerté en una parte: demasiado joven para el
amor.
Desde
entonces al llegar a la estación, me siento junto a ella compartiendo recuerdos
y un café.
Vaya sorpresa! Si es que nos dejamos guiar por las apariencias y luego nada comparado con la realidad. Buen relato para acompañarme mientras desayuno. Un beso!
ResponderEliminarYa se sabe que el hábito no hace al monje. Gracias tocaya, me alegro de haberte acompañado en ese desayuno.
EliminarBesos.
Vaya, vaya... yo te espero en Atocha, yo me bajo en Madrid, cantaba Sabina. Buena reflexión al llanto, una narración bien llevada, sí señora. Un abrazo mañanero
ResponderEliminarQué grande es Sabina!!! Hay momentos en la vida que te piden un poco de sal para poderlos tragar, pero ya está. Gracias por tu paso y sobre todo por lo de señora, jajaja, parecemos del ejército.
EliminarUn abrazo nocturno, Luis.
También yo pensé en Penélope.
ResponderEliminarEs curioso cómo a veces jugamos a imaginar vidas para esas personas que de algún modo nos llaman la atención.
Me gustó especialmente la frase de las lágrimas... que aportan sal a la vida.
Un beso... desde mi andén.
:)
Ains Hulna, imaginamos tal y cual, pero no nos paramos para saber de sus verdades, eso es cierto. Las lágrimas aportan sal a la vida, vienen bien en su justa medida.
EliminarGracias por venir desde tu andén y te mando un beso desde el Mediterráneo.
El juego de imaginar,de repente da un giro insospechado que nos sumerge en la realidad de una mujer,que dejó de vivir un 11 de Marzo..como tantas vidas que ese mismo día quedaron segadas para siempre.
ResponderEliminarUn día fatídico para mucha gente. Los que están, los que no, ya nada es igual. Te imaginas descubrir la pérdida de tu amor y saber que sus últimas palabras no fueron para ti???
EliminarCuánto agradezco tu paso!!1
Besos, Luni.
La mayoría de las veces no coinciden lo que imaginamos y lo real, normalmente la vida es más dura.
ResponderEliminarBesos , Aurora.
Sí que lo es Ohma, pero no nos gusta destinarle nada negativo a los demás.
EliminarGracias por venir.
Besos, guapa.
Si es que vemos Penelopes en todfas ñlas esquinas,amiga...estamos obsesionados; entre Homero y Serrat nos han bloqueado :)
ResponderEliminarUn muy bello cuento, y muy bien narrado, por cierto.
Saludos, compi.
No puede ser, jajaja!
EliminarGracias por tu parada en mi andén, amigo.
Besos
Que divertido resulta imaginar las vidas de personas con las que coincidimos en algun lugar y no conocemos de nada.
ResponderEliminarAurora, me ha parecido un estupendo relato.
Un abrazo
Cierto es que cuando sólo esperamos el tiempo jugamos a imaginar múltiples cosas.
EliminarGracias por este guiño, Pilar.
Besos
Qué bueno!!! Me gusta porque refleja lo que pasa muchísimas veces, que uno imagina un montón de cosas sobre otra persona que nada que ver...
ResponderEliminarMe encantó el relato, un besito, y buen fin de semana...
Es verdad, casi nunca acertamos.
EliminarGracias por esta parada y buen fin de semana para ti también.
Besos
Me ha gustado la historia
ResponderEliminarTenemos la manía de elucubrar sobre la vida de otros (siempre con cariño) y hasta que no les preguntamos...
Abrazos
Creemos acertar y cuando preguntamos, jeje, no hemos dado ni una.
EliminarGracias Trini, por tu visita.
Besos
Yo también suelo imaginar la vida de la gente, me gusta hacerlo mientras las observo en alguna estación, en el tren o en un autobús. Es una historia triste, como la Penélope de Serrat, que me gusta más que la que esperaba a Ulises. Mucho más... onde va a pará...
ResponderEliminarBesos Ana.
A mí tamién me gusta más la de Serrat, onde va a pará, jajaja.
EliminarSobre los demás, casi nunca acierto.
Agradezco este paseo por mi estación.
Besos.
Somos muy aventuradas al suponer. Las estaciones son tan especiales, que me ha parecido lógico que hayas colocado a tu protagonista en ese banco. Su revancha, también me ha gustado, pero sobre todo sorprendido.
ResponderEliminarGracias fonsi, por pasar y descansar en ese banco.
EliminarUn abrazo.
Nos gusta divagar sobre lo que no conocemos. Y a veces incluimos en esas divagaciones situaciones que quizá -sólo quizá- nos hubiera gustado vivir.
ResponderEliminar"las lágrimas sólo sirven para sazonar la vida"
Podría disentir al respecto: hacen mil funciones, pero se pueden resumir en esa frase.
Muy bien, Aurora.
Besos <3
Gracias, Fran.
EliminarTal vez tengas razón en lo de divagar con la vida que nos gustaría a nosotros.
Besos.