viernes, 31 de enero de 2014

SIN DESNUDEZ

La encontré apoyada en la esquina, jugando con el humo de un cigarro y apostando el equilibrio contra unos tacones de vértigo. Su mirada mezclaba apatía y pereza a partes iguales, desidia rezumaban los poros de su piel, indiferencia a cada golpe de melena, eso y el alto porcentaje de alcohol en sangre me separaba de ella.

Me abordó con palabras de vieja sirena curtida en nadar a contra corriente. Su invitación no era más que la suma de frases aprendidas en las noches de tragos amargos. Mi lengua pastosa y pesada se encasquilló como una desusada arma, la garganta se cerró sin dejarle paso al aire, mis movimientos toscos y arremolinados acabaron con mi osamenta por los suelos. La risa floja se apoderó de mí y esa misma flojera hizo que la imagen pareciera ridícula y grotesca a la vez.

Molesta por la visión me mandó más allá de donde el viento da la vuelta dos veces. Con la decisión tomada de que iba a dejarme en ese estado, tomó calle abajo. Grité su nombre. Fue como si pulsara el botón que detuviera sus pasos al instante. Vi cómo se giró con la incredulidad reflejada en su cara, y restó los pocos metros que nos separaban. Su boca dejó escapar palabras que ya no pude oír. Perdí el conocimiento.

La luz del sol entraba rabiosamente por la ventana del salón. No reconocí el lugar y eso me produjo un estado de inquietud. La resaca era monumental, la noche anterior me propuse beber hasta perder el control, no pude negar que lo conseguí.

Sonó mi nombre desde el fondo del pasillo seguido de su imagen. El olor a café lo envolvía todo, de no ser así hubiese creído que estaba muerto y me encontraba en el cielo acompañado de un ángel con la cara de ella. Dejó que me fuese acostumbrando a aquella estancia, su voz me daba la tranquilidad que sus ojos me quitaba. Su desnudez se filtraba tras aquella bata. El hecho de que ambos éramos viejos conocidos lo cambiaba todo.

Las palabras fueron ocupando el espacio, los recuerdos volvieron en tropel y mi pregunta de por qué aquella situación nunca halló respuesta.

Hice una promesa y ella pagó mi silencio con el mismo cuerpo que unos años atrás deseé más que nada en este mundo. Sueño o realidad, aun hoy en día no soy capaz de distinguir con nitidez lo que ocurrió en aquella habitación.

Una despedida atropellada y una frase quedaron flotando entre nosotros: “es fácil cuando solo se desviste el cuerpo y nunca se desnuda el alma”.





domingo, 12 de enero de 2014

FRÍO INVIERNO



Sentía como su cuerpo envejecía con cada invierno, sus huesos se entumecían y el corazón se volvía más pequeño. Él marchó hacía algún tiempo, sin embargo ella se quedó en aquella casa y en aquel lugar a sabiendas de que no era su sitio. Esperó su regreso cada mañana, y cada noche se dormía con la misma esperanza.

Se fue sin saber las veces que pronunció su nombre, los besos que murieron en los labios, las lágrimas que regaron su rostro.  No sabrá cuántos sueños se quedaron sin realizar. Al marchar se llevó sus primaveras.
Pasaban los días y el frío acabó instalándose en su interior. Sus manos, antes cálidas armas de caricias se fueron volviendo hostiles. En las tardes plomizas salían en busca del lomo de un viejo gato, y frente a un nostálgico fuego se dedicaban a dibujar garabatos sobre su pelaje.

Con su voz tejió una historia, la contaba cada vez que la luna se posaba sobre ellos. Los ojos del felino asentían con complicidad ante el cuento.

– Sé que no volverá, pero… ¿y si lo hace? Quiero quedarme en su casa y entre sus cosas, con una vuelta de llave en la misma cerradura. Le esperaré bañada en el familiar perfume, sonarán de nuevo nuestras canciones, despertarán los viejos aromas, nos enfundaremos en los abrazos de siempre. Todo está tal y como él lo dejó. Estrenaré las sonrisas que guardé, el vestido azul que compré el día que él partió y volveré a mirar en los espejos.

El gato ronroneaba, se arremolinaba sobre su regazo y otra noche más el sueño se encargaba de acallar.










                                                                                                                                      

viernes, 3 de enero de 2014

TORMENTA

FOTO SACADA DE INTERNET



Noche oscura de tormenta. En una habitación con vistas al mar nos dejamos mecer por el murmullo de las olas. Sobre un lecho de sábanas blancas tu cuerpo desnudo,  el mío vestido por las sombras que unas velas se empeñan en robar. A lo lejos los relámpagos iluminan el horizonte, los truenos acallan nuestra respiración y el olor a nosotros nos emborracha de deseo.

Tus manos entrelazadas a la altura de la cabeza dan libertad a las mías para recorrer el paisaje de tu piel. Mis labios se disponen a explorar los tuyos.  Aprovecho que un pañuelo de seda cubre tu mirada. Ríes en cada caricia, abuso de ellas porque me encanta oír tu risa.

La tormenta cada vez más cerca. La brisa entra por el balcón a través de las cortinas, quiere ser testigo de esta noche. La llama de las velas baila a nuestro son. No me ves, me sientes: mi cuerpo sobre el tuyo, dominándolo. Nuestras caderas se mueven al ritmo de las olas. Tormenta y placer estallando al unísono.

Desato tus manos y descubro tus ojos. Apoyo mi cabeza sobre tu pecho  quedándome quieta, adormecida en la isla de tu cuerpo. Tus brazos me rodean. Tus labios murmuran  tiernas palabras, la noche queda tranquila. Pegados, dormimos a la espera de un nuevo sol.