FOTO SACADA DE INTERNET |
Le escribía
poemas en el alféizar de la mañana. Le encendía versos mientras entonaba una
vieja canción, la que un día robó para ella. Los recuerdos tintados sobre el
papel, signos cobrando vida en forma de palabras sentidas.
Las cartas
dictadas por su corazón nunca vieron la luz. Las conservaba en el buzón de una
caja de madera junto a las fotografías que desvelaban fragmentos vividos, posadas
sobre el gastado coletero, el que ella creyó perdido en el fondo del lago, y la
cadena de plata con el colgante de lágrima.
Nunca
revelaría su alma de poeta. Se escondía tras una máscara de chico duro de
barrio, escudaba su ternura tras una coraza de cartón piedra. Desconociendo por
cuánto tiempo podría continuar con la farsa. Temía que ella descubriera su
debilidad. Su talón de Aquiles tenía nombre de mujer.
Ella llegó
sigilosa, despacito, sin ventoleras y poco a poco se fue colando en su
interior. Acomodándose a su vida, amoldándose a su capricho. Soñándola la
respiraba llenándose de su todo. Titilaba su piel con cada roce inocente y distraído.
La miraba de
soslayo mientras ella le tentaba con el eco de su voz. La recogía en su
pensamiento sin que se percatara del rapto. Pasaban los días, las semanas… sin encontrar
el valor que le empujara a confesarle sus sentimientos. Mañana sin falta.
Mañana.