Me alimento del oxígeno líquido de tu boca diluyéndose en lo
averno de la mía. Inocuo licor derramado en la profanación del somos con descaro
delito indebido ante lo divino, mas nosotros esclavos de nuestro amor nos
adentramos en la corriente adversa del río, revolcándonos en su lecho fangoso y
untándonos del color prohibido.
Letra escarlata impresa en mi pecho que besas con impávida
lujuria, dejando marcada tu húmeda alfombra vas adhiriéndote a mi carne. Engulles el pecado que vierte mi vientre cuando expande su universo entre tu
exude y el mío, llegado a las puertas del Paraíso imploras tu absolución entregándome
el brebaje de vida.
Colapsado queda el aire exculpándose ante el abrazo angelical, purificando lo tentado.
Ulula la noche en el cristal de mi
ventana, se enhebra la luna en el pardo ojal taciturno y borracho de sombras
extinguidas en la pared de mi cuarto. Se descorchan las horas derramándose en
la madrugada y esta luna inconclusa me araña la piel haciéndome un traje de mil
rayas... mi piel... el ábside donde te recogías antes de partir.
Se suicidó
la segunda hoja de mi calendario recordándome con su vacío la silueta del tuyo.
Echo de menos las sábanas arrugadas en tu lado de la cama, los pliegues tatuando mis muslos y tú versando a
conciencia rogativas sobre ellos. El brioso celo con el que bebías de mis fuentes
calmándote el hambre y la sed, duerme esquinado en mi recuerdo.
Bisagras que
ceden ante el empuje de una fuerza, cacofonías que se parecen a tus pasos acercándote a mi boca,... erizándome el
alma al sentir otra respiración distinta a la mía.
La droga del
insomnio me somete bajo arresto haciéndome creer que la magia existe siendo entonces
cuando
la realidad me muerde con la certeza de un beso. Te introduzco en la jaula de
mis ojos inhalando toda esencia que de ti emana, me atraes hasta tu pecho donde
me enrosco entre incrédula y confundida...
Me aposento
en la candidez de tu cristalino mientras balanceo mi figura ante ti, sentada sobre tu regazo soy
péndulo hipnótico anudándome a tu equilibrio desterrado.
Cerrando tu
realidad quedo presa en tu sueño sintiéndome Ninfa y mástil sobre la oscilación
de tus caderas, cuando reinando en el trono destinado dirijo con estrategia tu
batalla.
Espoleando
la contención en el hilván de tu placer limo las ligaduras que tu deseo retuerce
rebelándose con un batido incontrolable. En la nervura de tu torso se arremolinan las notas de tu respiración que evacuadas en
frenesí desconcierto, van infiltrándose en mi legítima monarquía.
Arrojados en
la fragua de nuestra hoguera fundiéndonos en mordidas y besos sedientos de
efluvios, consumo el soplo que de tu boca aspiro volviéndose sorbo apremiante
de mi resuello. Estrechándose la admiración que suscitas me ves como pendón
ondeante de tu contienda, estrujando con fuerza desmedida tu redención.
Como tierra
fértil me esparzo sobre el vasto velo de
tu anatomía, brotando de tus valles, filtrándome en tu torrente, fusionando tu
vaho con el mío hasta alcanzar la álgida cresta que nos sostenga.
Desviada de
juicio vaga mi mente al traspasar el umbral de tu edén, posas mi nombre alentando lo clandestino y
ladina cedo al consentimiento. Grabado en mi cuello dejas una hebra de deseo
que condena la adhesión de mi cuerpo a la tibieza de tu piel.
Mártires las
caderas reciben el golpe fustigado de tus dedos aferrados al empeño de
poseer la sabiduría de mi ser, salpicas con caricias enredándote en las curvas
de tus caprichos lloviendo sobre ellos
tu reflexión. En lo gutural de tus palabras van anidando las interrogantes de las
mías.
Propagas tu
derecho sobre mi color al nublarlo con tu atlas horizontal. Laceras mi
movilidad con temblores que enardecen cada gemido sustraído donde llenándote de
vida vacías tus miedos, esparciéndolos en el manto albino que encierra tu
hombría.
De tanto en tanto echa la mirada
atrás para verse sentada en el quicio de aquél verso que le hizo. Con los pies
mojados por la sal de sus lágrimas, enterrados en la arena de los recuerdos y con la mirada perdida en el horizonte de su nombre espera a que una nube se
lleve ese silencio, y que la brisa traiga una dócil felicidad.
De tanto en tanto se le escapa una
sonrisa con la palabra que ambos tenían para jugar a las escondidas. De cuando
le quitaba el café de los labios pidiéndole besos de azúcar y dejaba susurros
estremecidos en el friso de su oído.
De tanto en tanto se acerca a
aquella isla donde una vez se amaron... su mar de tierra árida bañando sus
ojos de atardeceres le trae una imagen... la de aquella tarde de primavera
cuando el cielo abrióse para ellos calándoles las ganas, apresuradamente la cubrió con su chaqueta para que el pelo no se le rizara y el enojo no
apareciera, mas reían por sus aspectos reflejados en las pupilas. Él, llevándole la mano al pecho dijo que le
había desordenado los latidos, el corazón, la vida... ella sólo pudo darle un
beso y con él su existencia.
Desde aquella tarde vivieron mil
vidas y una resurrección, pero mucho es demasiado y poco es nada, y aquello se
fue pareciendo a un pez fuera del agua peleando por robar aire, cada vez menos
aire...hasta que...
De tanto en tanto todavía suena el
eco de unos pasos tras de sí pidiendo que se quedara, además del retumbe de una voz
quebrada llamando a un taxi para escapar de su propia red.
De tanto en tanto escucha las olas
que vienen a morir a su orilla.
Las cuenta y suma sin suspiros... Encerrándolas entre sus pestañas.