365 días que bien pudiera ser las páginas de un libro donde el protagonista es uno mismo.
30 (alguno más o alguno menos) peldaños, que nos empeñamos en subir poco a poco, o tal vez muy deprisa... llegando al último escalón con la sonrisa pintada, el rubor enmarcando la cara y tras mirar hacia atrás, lanzar las doce rosas brindando por un nuevo año y por otra oportunidad.
Por estar y por venir a brindar conmigo un año más.
Apurando los últimos
días de este año quiero agradecer a todos/as y a cada uno/a de los/as que han
pasado por mi casa, ya sea dejando su mirada o unas bellísimas palabras, el
regalo de su tiempo, tiempo que nunca sobra.
En especial quiero
expresar mi gratitud a los compañeros/as y a los amigos/as que han tenido una
deferencia conmigo, consiguiendo así alterar el ritmo de mis latidos y la fuga de alguna que otra lágrima. Sin ser de llanto fácil, ciertas emociones
generan en mí esa liberación de sal.
Para ellos/as y para
todos/as vosotros/as GRACIAS POR ESTAR AHÍ.
Te encontré
en el fondo de un sueño decapitado, siendo yo Penélope tejedora, me abracé a la
ilegalidad de un destino, góndola decretada por Cronos. Y así calcé el arco de
Diana, para ser mi propia Ilíada.
Vestida con
la túnica de Afrodita me acerqué a tu retablo, donde ardían tus pupilas
como astros en noche cerrada. En la vela
de tu mano deposité mis gasas y así... Una a una fuiste desnudando este cuerpode sal.
Mortal...
Carne trémula bajo el bastión de tu estirpe, derrocada mi ambición y sumergida
en la panacea de tu mandato...
Eres esa carretera secundaria que da miedo tomar, ese
camino angosto que todo caminante evita,
eres ese vicio depravado que se sabe
nocivo y sin embargo…
Quité la cinta de mi pelo y la usé de venda
para lanzarme
a ciegas contra mi propia perdición.
Y así dejé de verte para empezar a sentirte porque al
hacerlo inyecciones
de vida correteaban por mi averno.
Con la precaución me hice
una mesa sólida
y sobre ella me recuesto para ser el tapete de tu juego…
manos
y dedos secuestran los cuadriláteros de mi cuerpo.
Soy reincidente de tus trampas, adicta a cada una de ellas…
me permito caer y recaer con tal de no salir de esta trama,
sabiendo que nunca
gano o nada pierdo cuando me ofrezco.
A la caída del ocaso se baten tus labios por el desfiladero de
mi espalda, se deshilacha el hermetismo de mi piel cuando infiltras tu veneno
en cada poro dilatado, se suma a mi
torrente y llegando al pensamiento, ya no pienso con claridad… sólo siento.
Sentir que bajo la quilla de tus manos se arremolinan las
tormentas que anidan en mis entrañas, y que el instinto se vuelve felino
bombeando deseo por cada vena de mi cuerpo. Este cuerpo encorsetado que
despliegas dúctilmente entrega su horizonte, su sima y su recorte.
Esculpes envites en mis caderas trenzando tu vigor y mi
brío, encaramas tu hálito en el umbral de mi boca reclamando el verbo carnoso
que sacia tu hambre de mí. Tu peso es mi seísmo y mi cabriola tu contorsión.
25 de noviembre, día internacional contra la violencia de género. Hoy vengo enfundada con el color que representa a la mujer, aquellas que perecieron en defensa de sus derechos y a la que cada día muere en nombre del ¿amor? Hoy este color dice cuánto valor tienes, tengo, tenemos.
- - No vales
nada, nunca lo has valido y nunca lo valdrás.
- - Ellalo creía, Señor Juez, siempre se lo creía.
Con gritos acompañados de patadas,
aderezando con
insultos SU condición de mujer.
Ella se lo creía
tumbada en el suelo o de rodillas, implorando perdón.
Cubriendo SU cuerpo devastado
y la fragilidad de SU alma.
Mientras era escudo
de SUS hijos
se convencía de esa falsedad.
Aquella madrugada el puño de él encontró SU cara,
una, dos y tres veces
sin parar,
descargando la rabia
y la frustración,
en tanto, el pecho se estrelló contra el cuchillo,
una, dos, tres,
cuatro, cinco…
- - Y ahora
dígame, Señor Juez… ¿Cuánto cree que vale SU vida para usted?
Cumplimos lo
que una vez prometimos no hacer. Como extraños nos miramos en este vagón de
tren, hablar del tiempo es un tema recurrente. Silenciosos y durante un largo trayecto
observamos por la ventana la metamorfosis del paisaje, se asemeja a la vida.
De soslayo
te sorprendo ojeando la portada de mi lectura como queriendo descifrar a través
del título a la mujer que tienes delante, tan distinta y tan distante. Me
sonríes de manera condescendiente ofreciéndole una tregua al velado de las
horas, y yo hago tres cuartos de lo mismo para contrarrestar la tirantez del
último minuto.
Mojamos un
recuerdo en el café del momento y lo tomamos entre el ayer y lo que pudo ser.
Abanicamos la niebla, antes levantada entre los dos, para poder mirar un poco
el rostro que nos enamoró, y nos damos cuenta de que no queda más que lo
vivido.
Después te
quedas en el andén de la última estación con una mano alzada a modo de
despedida, yo copio el gesto y devuelvo una mueca parecida al guiño de un
payaso… robo la última sonrisa de tu cartera antes de que el tren comience a
avanzar. Desconozco mi destino… me dejo llevar y el sonido del traqueteo me repite
tus últimas palabras, pero antes de llegar a la siguiente parada… las olvido.
Bajo esta luna toledana se encapsulan las notas en la
hojalata de mis manos, viertes e inviertes los sacramentos aleccionados para
conseguir la obertura que ocasione el descorche glaseado de un beso.
Me presento ante ti como nodriza de esta quimera, enfundada
para la ocasión: lentejuelas en la mirada, labios de purpurina y piel de cuento.
Me recorre tu sonrisa entre bocetos y ensayos de músico novato, y tras templar
tu tacto sobre los candiles de mi cintura afinas el gemido que libero.
Viento, cuerda y percusión suenan en la sinfonía de los
cuerpos, al tensar mi cordura en una mística clave de sol se eleva tu pecho en el agudo sonido que revela el culmen de tu obra, para acabar cayendo en el abrazo tamboril que cierra pausa y tempo.
Tíntame el descaro de tus versos y excarcela esta sinalefa
que me adosa a la vergüenza de encarar tu mirada. Tatúame la noche y ruboriza
mis arcaicas amapolas para que florezcan entre tus manos de poeta. Serena este vientre
tembloroso bajo la procesión de tu caricia… vérsame a pluma, a cincel… haz de
mí tu poesía.
Recita lo salvaje que de mí encuentres para que se
desvanezca la insistente timidez que me cubre y me pesa. Repásame en
constante libertad gravitando sobre el centro de mi orbe… haz que llueva
para nosotros, que dancemos sobre charcos de apetencia.
Muéstrame lo retorcido de tu soneto y firma este
poemario con sello indeleble.
- ¿Me quieres, Darling? - Exoraba, arrastrando las últimas
sílabas.
- Más que a mí mismo.- Tronaba yo.
Reflexionando sobre mi reiterada respuesta, comencé a
albergar una idea. Idea cada vez más oscura y menos etérea, más pragmática y
menos disuasoria.
“Más – que – a – mí - mismo”, rugía en mi psique.
Llegué a la conclusión que de seguir así, un día dejaría de
ser yo, quedándome perdido en la nada.
No, no podía permitirme tal desaparición y fui maquinando un
esquema. Engordándolo, y dándole forma en mi cabeza.
Ocurrió una noche… y en su momento más bello, cuando ella
también lo estaba vestida de lujuria, sosteniendo su copa disparó el ya
conocido verso: - ¿Me quieres, Darling? –
Aproveché el estupor que despierta el vino y el bamboleo de
sus inseguros pasos acercándose a mí.
Desenfundé tres cuartos de sonrisa antes de cerrar mis manos
alrededor de su cuello. De su boca salió la oscuridad sin música ni sonido, de
sus ojos la estupefacción y de su perfecta fisionomía, el abandono de la vida.
– Más que a mí mismo -
Mascullé hasta que dejó de respirar.
Cayó al suelo y el sordo sonido se mezcló con el ruido del
cristal contra el piso. Acabé con mi tortura o eso pensaba yo, llamé a la policía
para darme en entrega y antes de que me llevaran la miré una última vez. Parece de
locos, pero sus labios se movían formulando aquella pregunta y su mirada
taladraba la mía.
No me creen, pero cada noche ella me visita allá donde vaya.
Preciosa ante mí, portando su copa, con la tentación en sus labios y en medio
de todo eso… la frase aniquiladora…
-¿Me quieres, Darling?
-Tras seis meses y 21 días, el paciente no muestra mejoría y
sólo murmura una única oración:
El viento flagela mi rostro en este otoño apolillado, se
agrieta la carne de mis besos y congelándose el cristal que desentumece mis
pestañas, resbalo por los pasillos donde nuestra témpera marchita escucha el sonido
sordo de tu lamento.
Se emborrona tu silueta En la distancia que marcó tu época y
la mía, donde las rayas del tiempo sucumben a La Bitácora de nuestro delito.
No volverá el aire a peinar mis hojas, ni los violines de
tus manos a sujetar mi arco, quedaremos como trazas de un sueño inacabado en
la cabecera de nuestra mentira.
Mientras, llamas a un timbre que ya no suena imprimiendo un verbo nonato
en la palidez de mi ventana, no queda magia en la chistera del ilusionismo... y continúa retumbando mi nombre en la gruta de tu garganta, este aprieta el
cinturón de tu pecho con cada sílaba que escapa.
Tu silencioso grito se acomoda en la arista De Mi Soledad.
Somos piezas
de este tablero de seducción donde te saltas las reglas para perseguir a la
Reina que te invite a su partida. Cruzas los pasos apoderándote de falsos
movimientos que no le pertenecen a tu Real Figura, caminas y cabalgas sobre el territorio que dominas
seguro del triunfo final.
Ganas
terreno esquivando el peligro de los perdedores antes de dar jaque a tu
presa. Inerme espero en mi lado del tablero observando tu arriesgada estrategia.
Porque
siendo la encausada de tu lúdica trama que esta noche incita tu ilegalidad, adopto
la forma que tú sugieres saltándome las normas del juego.
Te pierdo
entre diagonales y te encuentro en los saltos rectos, te impones ante mí como único vencedor de
este enfrentamiento. Ya sin Rey, ni Alfil que me proteja, sin Caballo que me dé
la huida que rechazaría, avanzo confiada hacia un irremediable derribe.
Solos tú y
yo sobre este dúo de color queriendo estrechar el poder que nos consume. El
tuyo empuña el dominio de poseer mi benevolencia, el mío blande la carente
saciedad de tenerte. Quedo Sometida ante tu naturaleza y paso a ser investida por el Cetro
Señorial, sin más dilación ovacionas
tu deseado Jaque-Mate.
Invierto el péndulo de mi tiempo en descender hasta los
suburbios de tu vida, y apoyándome en la esquina de tu soledad te presto la
chispa de mi magia, la que de un fogonazo ilumina el sendero que te acerca a mí.
Te ofrezco momentos de plena locura encarcelada en las curvas de mi cuerpo,
pero no me hables de futuro, de eso no entiendo ni quiero.
Desapruebo el uso del mañana cuando me acorralas entre tu
pecho y la pared, y es tu aliento el que se pega a mi boca desinhibiendo los
gestos de mis manos… abriéndose paso por las hendiduras de tu ropa, cabriolas
aprenden mis dedos, que se rizan a tu pelo atrayendo el jugo salino de tu
lengua.
Se adentran tus caricias bordando la blonda de mis melgas,
juguete de tu perversión, y el aíre se vuelve escaso escapándose en gemidos que
se cuelgan al lóbulo de tu oreja, excitando tu decencia en sottovoce. Desalojadas
las vergüenzas toma paso la cuadrilla de lo libertino, encontrándonos en la
sima de la indecencia.
Ahora somos verdad sintiéndonos y elevándonos en auténtica
oración, dos credos desplegados sobre un lecho indecoroso que no necesita
aprobación. Y en tanto tú sigues hundiendo tu agonía en los arrabales de lo
profano, yo enhebro un sentimiento sin miedo para restar toda culpabilidad.
Te invoco en
cada sorbo de café, y pronunciando tu nombre soy súbdita del mismo. Lacera su
hegemonía entre mis labios, endulzando el amargo sabor que
embadurna mi lengua, el cual acompañando el trago llega a mis adentros donde acomodándose hace de mí su templo.
Te invoco cerrando
los ojos, encarcelándote bajo los pesados párpados, congelando tu imagen en el fondo
de mi retina, y en el capricho de magnificarte siento tu roce recorriendo mis depresiones,
deteniéndose en la hipérbole de mi dimensión.
Te invoco, y
el frío café se confabula con el fuego que desprende mi piel,
extendiéndose, llegando a los límites donde laten los anhelos de tenerte.
El peso de tu ausencia se me clava y yo sigo invocándote hasta trabar tu
nombre, volverlo ilegible, inaudible…
Te invoco fortificando mi certeza al sentir tu respiración, y es que no hay mayor poder que el ruego de tu venia para que acudas a mí.
Me ubico en
el preludio destensando tu día con mis artes de nefasta seducción, te dejas
envolver por el alcohol del brindis que te ofrezco, subyugado al velo de mi
piel.
Reconozco
mis besos plagiados y mientras robo la nervura del preámbulo te abandonas a mis
fallos, volviéndote maleable bajo el vertiginoso contoneo que destensa y tensa
la hombría que te marca.
Contamino tu
intención adosando la escultura de mi pecho al relieve de tu espalda
invitándote al vuelo de esta cometa, y en el empeño con alevosía, te deseo.
Colapso tus poros con mi propio etanol, y reconduciendo tu incertidumbre
hacia mi cuerpo avivo tu lividez como se avivan las luminarias.
Acomodados
en el rizo que enarbola nos dejamos embriagar por las palabras suspiradas e
inspiradas que desembocan en los modos. Los míos abrazan tu verticalidad y los
tuyos se despliegan con dominio confiado. Bebernos, provocarnos la pérdida de
la conciencia sumiéndonos en la somnolencia que destila nuestro propio licor.
Destensotu
día en mi destilería de mala reputación.
Y me bebo
otro sorbo de pecado mientras vas anotando mi número de teléfono, sé que no me
llamarás, tan cierto como que yo tampoco lo haré.
Nos
dedicamos a escrutarnos en la fundición de nuestras salivas, bebiéndonos los
tragos amargos de nuestras vidas, saboreando el ácido que provoca el
desencanto.
Me dices que
me siente sobre ti para compartir el licor de tu copa, sin embargo yo aporto la
mía cuando acorto los pasos que nos separan, pides probar de mi licorería
mientras yo me enveneno con el dulzor de tu brindis. Hundes tu cara en mi
pecho, aspirando mi aroma como si en ello se te fuese la vida pidiéndome que no
te olvide.
Hemos emborrachado
nuestras almas de una adolescencia momentánea volviendo a ser los de antes,
buscándonos bajo las sábanas, comiéndonos a besos, a bocados de placer, la
lujuria se apodera de nosotros y dejamos que nos vapulee. Ya no sonreímos,
reímos a carcajadas, creyéndonos héroes de nuestra propia burbuja.
Cae un
abrazo de sol sobre tu mañana, te miro mientras duermes todavía bajo el vapor de la
noche y me doy cuenta, perfectamente cuerda de que es ahora y no después cuando
nos tendremos. Me regalas tu primera sonrisa y yo me desayuno tu beso, luego
caen las disculpas mientras nos cubrimos con nuestras ropas. Sólo quedan los
cercos sobre la mesa, dos copas vacías como nosotros.
El silencio
habla más que la palabra, pesa más que nuestra despedida. Me invento una
excusa, tú ya tienes la tuya preparada antes de abandonar el hotel. Te pierdo…
me pierdes.
Arranco el coche y el ruido del motor se confunde con un aviso de mensaje.
Uno de ellos es mostrar en mi rincón el premio dado con
tanto cariño. Un poquito más abajo se muestra orgulloso, y otro requisito es
contar seis cositas sobre mí.
Me resumo en seis inquietudes que os pueden dar una idea de
cómo soy.
Soy una devoradora de libros
mientras tomo un café a cualquier
hora del día. Una pirómana de km cuando calzo mis botas de senderista. Amante de películas
carentes de violencia, y una loca por la música
que siempre me acompaña cuando apasionadamente escribo ensoñaciones. Y por supuesto… soy una mujer muy afortunada, ya que cuando inicié mi
camino por estos lares virtuales jamás pensé encontrar a gente tan maravillosa
como me he encontrado.