Siempre era tarde, así que un día apareciste a las seis de la
mañana con dos cafés cortados y la esperanza instalada en tu cara.
Abrí a tu sorpresa y bajo mi incredulidad se dio paso tu rosario de besos... Con sabor
a moka... A madrugada... A ti.
Tus manos muertas de envidia... Se colaron bajo mi ropa... Y
la tibieza de tu caricia erizó todos mis deseos... Cayeron mis espinas... Y
dejé que me invadiera tu hombría...
Tu mirada se instaló en la mía... Se encendió como un faro
en la noche... Y arribé todos mis músculos entre tu pecho y tu piel.
Dejé que tomaras mi cuerpo... Yo me adueñé del tuyo... De
tus espasmos... De la rigidez que me traspasaba en cada envite... Dejé “los tal
vez”escurriéndose como la humedad por
nuestros muslos... Dejé que me impregnaras de nuevo con tu exude... Dejé que tu
nombre corriera por mi garganta...
Dejé...
Vestida con tu aroma... Con tu aliento en mi nuca... Tus
latidos atravesando mi espalda... Pronunciaste un verbo... Y yo sólo quiero
esto... El ahora... Cuando vienes en el momento justo para tenernos.
Me hice la dormida... Y sentí cómo salías de entre las
sábanas... Mis brazos... De entre mis piernas... La ducha barría los efluvios
que delatan...
Mmm hueles tan bien cuando me amas.
Susurraste la hora de tu vuelta... Y Yo sólo murmuré que "otra vez será tarde".