"Es el último sorbo", me dices.
Y bebo con la mirada alzada
a una estrella que me guiña su complicidad.
Mas luego vuelvo al sueño de tu sonrisa,
al escaparate de tus ojos clavados en los míos,
y confiando en tus palabras,
abrazo todos y cada uno de los deseos.
Antes de que suene la última campanada
me volverás a pedir un Brindis Más.
Y cubriendo mis hombros
con un discreto silencio
Danzaremos de nuevo.
Adoro el rojo terciopelo… la intensidad de su tono envolviendo
tu delicado cuerpo, haciendo juego con tus ojos, tu pelo… adaptándose a tus formas,
ciñéndose a tus curvas. Esas curvas que hacen que pierda la cabeza y me
transforme en una bestia hambrienta de posesión.
Verte así… inerte, tumbada sobre la cama, resaltando tu
expresión sobre el color. Dormida para mí, con el rostro principesco, como
esperando un beso de amor. Recorro con la mirada cada parte de tus modos,
deteniéndome en cada uno de ellos y traer a mi mente momentos vividos, la
pasión desbordada en cada entrega.
Me revuelvo en el sillón, pensamientos contradictorios me
llevan a caer en la cuenta de mi nueva situación… sentimientos encontrados,
emociones que me vapulean la mente. Me vuelvo a centrar en tu figura inmóvil.
El cuadro de tus hombros, la perfección para enmarcar el
escote donde tantas veces vertí mi hombría y sellé tu piel con mi nombre.
Deslizo la vista hasta tus caderas y siento esa pulsión incontrolable al
pensar es tus movimientos llamando a los míos, con la seductora redondez
engarzada a mis manos mientras mi cuerpo se estrellaba una y otra vez.
Tapo mis ojos con mis manos y es entonces cuando veo el rojo
también en ellas. Me apresuro para correr a tu lado y comprobar tu estado, el helor
que emana tu cuerpo, tu inexistente respiración, la rigidez de tus brazos… la
desesperación me alcanza porque empiezo a recordar… - Mía y de nadie más. - Grité antes
de seccionar tu cuello y verte caer como un juguete roto. Inmaculada pertenencia en cada desgarro que llevé a cabo, amputé tu vida para que pertenecieras a la mía.
Después todo se tornó rojo terciopelo envolviendo tu
delicado cuerpo.
Cae tu cabeza sobre mi pecho como el ocaso en el horizonte,
el sol le confiere secretos al mar de montañas y tú hilvanas promesas a dos
voces en las cúspides donde descansas. Echaba de menos volver al hogar de tu
cuerpo, escuchar tus manos, la conversación de tu piel con mis labios. Echaba
de menos el sonido de la cafetera al terminar la tarde. Tomar ese café que
todos rehúsan y que nosotros saboreamos entre algo más que juegos.
Sientes celos del borde de esa taza que ha robado besos de
carmín… vuelvo a repasar mis labios para depositar un beso en el centro de tu
vientre, me gusta ver cómo tiemblas al dibujar pétalos con la punta de mi
lengua y robarte esa melodía que tan bien entonas. Visualizo la corriente
eléctrica que te recorre, congelo esa imagen en mi mente.
No detienes el juego y yo continúo con mi ritual de marcas burdeos
... tus ojos entregados a la oscuridad, tu voz ahogada pregunta por el
siguiente paso… “dónde y por qué”... sin embargo, respondo con mi atrevimiento.
Raymond Tournier nació el dia de su decimocuarto cumpleaños.
Hasta el 2 de julio de 1910, él había sido "Ray": un niño consentido y enclenque, que creció con la tranquilidad que da el saberse ignorado por todos. En su caso, incluso los matones del colegio lo excluían como víctima de sus abusos, pese a lo tentador que les resultaba su fragilidad física, dado el miedo de esos bravucones a los puños firmes de los dos hermanos mayores de Ray.
...
Y hasta aquí puedo leer, como decía una gran y conocida presentadora de un concurso de mi época. Con esta entrada el lector queda más que intrigado haciéndose muchas preguntas. Yo misma devoré la novela en un breve espacio de tiempo, la trama, la lectura sencilla que no simple, los personajes llenos de un carisma que pareciera estar narrando ellos mismos sus vidas... Todo ello da lugar para disfrutar de esta aventura que nuestro querido compañero y amigo Nino Ortea nos ofrece en su novela "La gata vio al asesino"
Y a este lujo no podía faltar la pluma de nuestra querida Athenea, haciendo una exquisita presentación donde la imagino amenizando con su voz y acariciando sutilmente el oído del oyente. Desde su lado dulce nos presenta a Chloé, una felina que roba corazones y salva vidas.
Quemar la sabana de tu cuerpo con un solo gramo de intensidad ...
Espiral abriéndose paso a gritos de silencio.
Vértigos plañidos en este ritmo ateo,
instigador del mártir jubón. . Fiebre yaciendo en los labios hambrientos, avaricia en el espoleo. Los suspiros se colapsan en el pecho, liberando tu nombre antes del abandono.