Se adolecen las arterias por donde otrora latieron pasiones, aquellas que amamantamos con nuestra virtuosidad, perdones agónicos al pie de un tallo embrutecido de miel.
Y fuimos más que todos aquellos poetas malditos a las puertas de un infierno, conjugando triadas, barajando la consulta que despejase el oxígeno, lo dejara puro para poder quemarnos en él y con él... Ser fogata, lumbre ante los fieles, Ante aquellos que clamaban pureza.
Nosotros... Dos impuros empachados de amor, borrachos de tanto éxtasis buscando la eternidad en bucle. Reventando venas de orgasmos... Danzarines de lluvia fornicada...
Nosotros que no supimos del poder Hasta que lo perdimos.
Y ahora que la claridad se vislumbra... Es cuando más ciega me siento... Arcaica mirada proyectada en un horizonte Inmisericorde. Novicia en la playa de los que no regresan.