Hiciste costumbre el poblar mis labios con miel, dejar que macerara, sellándose incluso. Y en el encuentro cada beso era un peldaño hacia el cielo, ese celeste pagano que Tú y Yo amueblamos con alfombras de Vino y Sexo.
Razón, tu razón era mi Nombre, y la mía eras Todo Tú. Dejar mensajes entre los pliegues de tu piel, en el claustro de tus ingles donde guardabas la combinación perfecta para hacer saltar mi Tensión... Pasión.
Nunca pudiste soportar tanto J(f)uego
El tiempo se hace amigo, hoy deja tazas de Chocolate con Nubes y un poco de Ti.
El día que perdí la cordura se congeló el instante como los ojos del invidente o, del muerto que yace mirando lo infinito de su ser inexistente. Fue bajo la tutela de tu piel, de tus manos, de tu voz, de tu agradable aroma usurpando los rincones nunca antes macerados ni violados por boca alguna. Ese momento quedará guardado en un rincón de mi mente, llamémosle esquina que da a una gran avenida, la de los recuerdos que dejan sonrisas. Ahora se sabe por qué los locos tienen ese rostro inexpresivo, la sonrisa idiota y la mirada perdida, porque están sentados en su propia esquina esperando ver pasar a su cordura.
La mía se fue vertiente abajo saltándose todos los límites de velocidad y, enloquecida de felicidad gritó lo que nunca se debe decir en estos casos. No entiendo por qué a los locos nos tachan de infelices cuando rebosantes de tanta demencia somos capaces de aniquilar vetas.
No me digas que no fue una locura tomar a besos tu Monte de Venus. – dijiste entre susurros.
Yo no niego haber bordado el relieve lunar que acampa en tu espalda, ni que deslizando los brotes de mi cuerpo y tomando mío lo que tú me dabas, no niego… que entre tanta locura encontrase la razón.