Enciendo una
vela,
su aroma y
tu silueta se marcan en la noche,
si abro la
ventana,
se proyecta
un baile de cal que se (me) aproxima.
No hay calor
más dulce
que aquél
que emana el cuadrilátero de tu abrazo.
Sí,
como un
racimo de lirios,
tus manos
acarician la pared de mis nalgas,
el vaivén de
nuestras formas se va acoplando
en una
maquinaria perfecta para tener-Se.
En mi ateísmo
rezo
para que no
acabe la música de tu respiración,
inoculas su
tibieza,
como un
secreto pegado a la cola de mi oído.
Y con tu voz…
toda mi carne
se abre,
niebla
húmeda bajo tu piel.
©Auroratris