Resbaló,
cayó de mis manos. Se estrelló contra el suelo repartiendo mil reflejos de luz
bajo mis desnudos pies. Una voz en mi interior avisaba de que no me moviera, no
hiciera nada o podría clavarme algún trozo de cristal. En medio de todo aquél
mar de brillos, una vida se debatía entre la misma y la muerte.
Atónito,
absorto en mis pensamientos quedé hipnotizado, viendo como boqueaba,
convulsionaba sin éxito para robar un poco de oxígeno y así seguir viviendo, seguir soñando o simplemente seguir dando las
mismas vueltas una y otra vez en su absurda existencia.
Descubrí
el poder que en ese momento poseía: vivir o morir. Yo, sólo yo podía resolver
qué hacer con ese espécimen. Divagué un poco más, lo suficiente como para que
mi mente se alejara de esa habitación y me viera como un antiguo César de Roma,
con el absoluto derecho a decidir quién puede seguir viviendo o quién debe
morir.
Volví a
mirar a ese minúsculo cuerpo. Apenas se movía ya. Recordé el día que me lo
regalaron, siempre quise un perro, y llegó él. No sólo nos separaba una gruesa
capa de cristal, también nos alejaba su mundo y el mío, tan distintos, tan
iguales.
Él
recogido en su apacible subsistencia y yo… ¡qué importa dónde me encontraba!
Para algunos vivía en el limbo, para otros en los mundos de Yupi, para mí,
vivía en un castillo de naipes, tan frágil y débil que temía respirar para que
no se derrumbara.
No tuvo
la culpa, no pidió ser mi amigo.
Le perdoné la vida. Desperté de mis absurdos
pensamientos justo cuando apenas movía la boca, ya no saltaba ni coleaba. Sin
recordar mi aviso anterior pisoteé todos aquellos fragmentos de cristal con su
vida entre mis manos, llené el fregadero de agua y lo deposité esperanzado de
que no fuese tarde.
Han
pasado unos días y el daño no parece ser muy grave. Desde la mesa de mi escritorio
me observa, ve mi cuerpo estirado sobre la cama con los pies vendados, yo le
pregunto: - ¿Bien amigo?-
Y él
como atendiendo a mi consulta, da un giro completo dentro de la pecera y plantándose
frente a mí, parece responder:
- - ¡Bien amigo!-
No hay duda de que a veces tenemos la vida de otros animales en nuestras manos. La mayoría de las veces se trata de sobrevivir nosotros mismos,pero otras no es así.
ResponderEliminarA los que nos hacen compañía se le toma cariño y por eso no me extraña nada que lo salvara.
Un fuerte abrazo, amiga.
Tardó en reaccionar, pero hizo lo más probable. Todos nos encariñamos con nuestras mascotas, sin apenas notarlo van introduciéndose en nuestra vida, en nosotros.
EliminarGracias Ohma por tus palabras.
Un abrazo y buen comienzo de semana.
Qué tierna historia. Sentir ese poder de decidir sobre la vida de un ser vivo no debe ser agradable, pero sí lo es poder salvarlo, de eso no hay duda.
ResponderEliminarBesazo!!
Jugamos a ser dioses constantemente, pero salvar una vida es muy gratificante, me encanta volver a echar a volar a las golondrinas que caen en mi patio, ver como se alejan a la vez que su miedo también lo hace, es una gozada.
EliminarGracias Maite te mando otro besazo.
Un relato muy tierno, como ha dicho Maite. Me ha gustado mucho el comienzo, como has empezado contando el accidente.
ResponderEliminarBesos, Autora
A veces desencadenamos un accidente sin querer, sin premeditación y nos volvemos protagonistas de su desarrollo sin haberlo pensado.
EliminarGracias Luis, siempre es un placer tu visita.
Más besos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Bien amigo, dices? ¡El ratito que me hiciste pasar! Espera a que te abras la cabeza con el armario de la cocina... Desde mi nueva pecera, pondré el pulgar hacia abajo.
ResponderEliminarSalud-itos
Jajajaja, fue sin querer y lo sabes, no me lo tengas en cuenta.Es
Eliminarun placer el que siempre me dejes tu sentido del humor, Amando.
Abrazos.
Me encanta. Es un texto tan tierno como tú.
ResponderEliminarBesos.
Ay mi Gondo, la ternura la fui robando de tu persona.
EliminarGracias por dejarme ser ladrona consentida.
Un fuerte abrazo.
Me ha encantado! Bien estructurado,emocionante,con un ritmo parejo que nos deja un buen sabor, nos pone en la mesa,los valores reales que tenemos como seres humanos. La solidaridad,la lealtad y la compasión aunque sea para un pez...
ResponderEliminarPodemos trasladar todos esos valores también para las personas, lo importante es tenerlos y saberlos sacar.
EliminarGracias Luni, tus comentarios siempre me aportan riqueza.
Un fuerte abrazo.
Si uno ha de salir herido que sea siempre por el bien del amigo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato. Te felicito
Besos
Opino de la misma forma, Trini.
EliminarGracias por venir.
Un abrazo.
Tocaya, original a más no poder. Me hace gracia porque me toca cuidar de un pez de vez en cuándo (el de mis vecinos cuando se van de vacaciones) y has descrito a la perfección esa sensación de tener su vida entre mis manos. Eso sí, la próxima vez, cuidado con el agua del fregadero (si no le quitas el cloro, lo matas poco a poco) :-P
ResponderEliminarMuy bueno.
Jajajaja, ahora entiendo muchas cosas que antes me pasaban, la inocencia de los niños!!
EliminarUn abrazo toc, y gracias por la información.
Un texto muy original y muy bien relatado. Me ha encantado. Saludos!
ResponderEliminarGracias Funámbulus. Me anima mucho tu comentario.
EliminarSaludos.
Qué precioso relato, no solo por su historia visible, sino por el fondo que tiene, detrás de tus palabras, se adivina como en algún momento de nuestras vidas tenemos que arriesgar nuestra integridad -y tomar decisiones, de las cuales depende la vida o la felicidad de personas que están cercanas de alguna manera. De esa decisión está en juego el éxito o el fracaso de ellas, nos sacrificamos aun perdiendo nosotros un poco. Pero eso en algunos seres humanos es innato. Me he visto reflejada en tu texto, pero no sabría decir si soy el pez o su dueña. Me muevo entre un sálvame y un te salvo. Un abrazo. Me alegro volver a mi andadura literaria con este relato tan encantador.
ResponderEliminarTodos nos movemos en algún momento de nuestra vida entre esas dos situaciones, no crees?
EliminarGracias por tu paso, siempre es un placer Lumi.
Un abrazo.
Hizo bien, si no lo hubiera hecho se habría arrepentido. Un amigo es un amigo. Precioso relato, tengo que sacar tiempo y venir más a menudo. Quiero que se me pegue claridad, tu luz. Besitos, linda.
ResponderEliminarUn amigo es un amigo, totalmente de acuerdo.
EliminarGracias Ainhoa, me mimas demasiado.
Abrazos.
¿ COMO SE PUEDE ESCRIBIR TAN BIEN?
ResponderEliminarGracias por comentar siempre algo en mi blog y tomarte el tiempo de leerme!
y gracias por tenerme en tu lista de blogs!
un beso enorme.
Gracias a ti. Me transportas con cada historia, me haces disfrutar leyendo y por eso es un placer tenerte en mi lista de blog.
EliminarAbrazos, Daniela.
HOLA QUERIDA AMIGA
ResponderEliminarGRACIAS POR SEGUIR AHÍ A PESAR DE MIS SILENCIOS, ME ALEGRA VERTE DE NUEVO PORQUE LOS ESTABA EXTRAÑANDO... ES QUE TENGO QUE TOMARME VACACIONES DE VEZ EN CUANDO, ME SIENTO MUY CANSADA CON TANTOS BLOGS. YA ME PONDRÉ AL DIA.
UN BESO ENORME.
HOLA QUERIDA AMIGA, GRACIAS POR TU HUELLA, POR ESTAR SIEMPRE. TE DEJO UN BESO ENORME CON TODO MI CARIÑO.
ResponderEliminarQUE TENGAS BONITO DIA.
ABRAZOS.
Te comprendo amiga Luján. No tienes por qué disculparte, no hay obligación.
EliminarUn fuerte abrazo.
La vida es un constante riesgo, querida Auoratris, me ha encantado la manera que has tenido de narrar este relato.
ResponderEliminarUn beso.
Sí, dependemos y dependen de nosotros muchas cosas. Un constante riesgo, tú lo has dicho amiga.
EliminarGracias por tu comentario, me anima bastante.
Besos.