domingo, 24 de agosto de 2014

VÉRTIGO





Era el roce de su piel lo que provocaba en él la resurrección. Sentimientos contradictorios descubría cuando buceaba en el verde de sus ojos. Se elevaba  si era ella quien susurraba palabras a su oído. Mariposas atrapadas impulsaban un Vértigo con su aleteo desordenado.

foto de internet


Amarla era como asomarse al borde de un acantilado, sentir el pánico a las alturas, el sudor frío recorriendo la espalda, el temblor en las rodillas  y no poder retroceder porque la belleza del paisaje le absorbía, le hipnotizaba, le poseía. La sentía así.




Le atraía igual que una luz lo hace con los insectos, y estos acuden como hechizados a sabiendas de que van a morir. Él se dejaba seducir por su aureola y emborrachándose de su perfume se vaciaba de todo sentido.

Se dejaba hacer. A veces él tomaba el control. Se mentía con fe. Ella, la controladora. Manejaba los momentos llevándole hasta ese Vértigo que tanto adoraba. Dónde moría cada vez al fondo de su ombligo.

Notar cómo ella se extinguía entre sus brazos, el último suspiro en su pecho, las olas de su vientre, el arco de su espalda… Sintiendo el peso de su alma contra la suya ya soñaba con volver a ese precipicio.
                                                                                        
                                                                                       



jueves, 7 de agosto de 2014

ESCLAVA


Entendía que era tarde al descubrirse adicta a él. Nada pudo hacer para recuperar la cordura que perdió al entregar los suspiros al borde de su boca. Al encapricharse de su voz dejó de ser  dueña de su alma, y al saborear la esencia de su cuerpo quedó prendida de esa magia.

Conjuraba astros y océanos para liberar al espíritu atrapado. Pócimas y mantras para desligar la piel de su piel. Los fluidos de su cuerpo gritaban lo que ella negaba con la mente. Palabras, osadas palabras se deslizaban por los muros de su corazón, corroyendo a cada paso, fundiendo el frío acero y dejando al descubierto todo sentimiento.

Postrada a sus pies, sumisa y doblegada a la voluntad aceptaba los impulsos, obedecía a los instintos dejándose llevar por la marea del deseo. Rasgaba las ataduras de su propia rivalidad ofreciéndose sin restricción.
FOTO DE INTERNET
Sin retorno, con la pasión encendida en los ojos y desbocados los besos asumía su nueva condición de esclava.