ENMASCARADOS

En la inmortalidad de un momento me encontré con tu mirada, aquella que me veía diferente en tus tardes de otoño. La misma que me desnudaba a la entrada de un café, de un hotel o ante el mismo fuego que encendíamos en las húmedas noches del invierno.

Recorrías con estudiada provocación cada segmento que de mí asomaba, paladeabas mis palabras repitiéndolas casi al unísono haciéndome creer que era  burla para robar mi risa. Y sin embargo... tu adulación no tenía medida...

Fuimos amantes disfrazados bajo caretas de una época indefinida, ropajes cayendo vencidos a los pies de un carnaval en aquella Venecia agradecida... y tú a mi antojo, atado a mi juego como niño.

Reían los espejos de aquel palacio inventado, sus pasillos de tenue luz  acogían la pasión que derrochaba la llama de tu voz, y en el centro de aquel salón desdibujado con tus versos y los míos... tú y yo.

Pasó tu estación y se desvaneció la mía... en ellas se quedaron encerrados los proyectos que gravitaron sobre nosotros. Hoy tu voz al otro lado del teléfono... suena distinta, tal vez es mi noche o es tu día, tal vez es mi mar o tu desierto... tal vez en la despedida, sin pretensión, se te escapó un beso lento.

Lo guardé junto a las copas que tantas veces brindaron por nosotros.