lunes, 28 de julio de 2014

EVOCANDO UN OLVIDO



Atrapado en la oscuridad de la noche le susurraba al humo de un cigarro. Le contaba con la amargura de quien ya no tiene recuerdos cómo había olvidado lo que una vez le atrajo de ella. La niebla del tiempo había cubierto imágenes, ahogado sonidos, borrado sonrisas…

FOTO DE INTERNET



Entre calada y calada de sus labios volaban formas caprichosas en la soledad de una cocina. Una figura quiso emular el andar sinuoso con el que se le acercó por primera vez. Sonreía al recordar.

Como efecto cadena su sonrisa trajo la de ella a su memoria, adoraba la curva de su boca cuando se producía. La llama del encendedor prendió la mecha de los recuerdos enterrados, iluminando el sendero por el que un día se fueron. Regresaban a borbotones con el mismo sonido que la lluvia en el cristal de la ventana.

¿Cómo pudo olvidar el sol de sus ojos, su nombre en sus labios y el aroma de su piel? ¿Dónde quedó la caricia que bordaban los dedos de sus manos? ¿Quién acalló su risa? ¿Cuándo el calor de sus cuerpos dejó de ser suficiente? ¿Por qué cuando la miraba no se veía reflejado en sus pupilas?

Cómo, dónde, quién, cuándo y por qué.

Se instalaban a su alrededor en aquella diminuta mesa compartiendo otro cigarro. Las gotas se instalaban en el alfeizar a la vez que lo hacía el presente. Fumaba y tramaba cómo sería su reconquista. Volvería a atacarla con aquellas cosas absurdas que tanto le hacían reír a los dos. Las que siempre acababan mudas con un beso.

El beso, era la bandera blanca cuando aparecía una guerra. Su pecho, la trinchera donde se refugiaba. Sus brazos, donde se rendía. Su cuerpo, su prisión.

Aplastando con dureza la colilla se dirigió hacia la habitación. Recibió la bofetada de la soledad al descubrir la cama vacía. Invocación que dejó en su retina la imagen de un equipaje, un taxi y un adiós.

Salió a la calle empapándose de la madrugada. En sus pasos viajaba la premura y en su mente un solo pensamiento: llegar a tiempo.
                                                                                                                               




jueves, 17 de julio de 2014

LA SÉPTIMA OLA



Jugaron las olas con el susurro de sus nombres, mientras una boca emprendía la aventura de explorar. Gotas saladas resbalaron por un cuello emulando besos. La calidez de las manos avanzaba por una espalda vestida de espuma. Y en el oído la evidente promesa: “tú, yo y el mar”.


Se perdieron en el tiempo o con el tiempo, no se sabe. Lo real fue que dos náufragos se encontraron en aquella orilla con hambre atrasada. Devoraron los minutos que iban resbalando de aquella tarde, bebieron de sus cuerpos con inmensa sed, recorrieron con deseo los umbrales de la pasión. Desnudaron las almas en cada abrazo, mostrándose tal y como eran. La delicadeza sumergida en las clavículas imitó cual tesoro hundido en el fondo de un océano.

FOTO DE INTERNET

Ahogaron los miedos en las olas, enterraron el pudor en la arena y unieron los suspiros con la brisa. Los rayos de sol perfilaron bosquejos en sendas figuras. Dos sombras formando solo una. El atardecer inmortalizó el momento enmarcándolo en el fondo de sus mentes.


Llegó la séptima ola determinando lo que sucedería después. Trayendo los veranos que borran las huellas de las playas y los gélidos vientos que barren de la piel las caricias tatuadas. Todo pasaría con excesiva rapidez. Sin embargo, perduraría en el recuerdo la imagen de una ilusión: tú, yo y el mar.

                                                                                                                                             


domingo, 6 de julio de 2014

LA NUEVA HUÉSPED



Desde hace un tiempo nota en ella algo tan diferente como raro. Observa sus gráciles gestos, curiosamente tienen algo distinto. Escucha en su voz de niña palabras de otro ser. Penetra en el fondo de sus ojos buscando algo que le indique que es la misma, que no hay nadie usurpando su identidad. La estudia, la analiza, la busca. Quiere verla una vez más y poderle decir cuánto la echa de menos.

Encontrarla para tener la oportunidad de despedirse y contarle que la espera al final del camino, allí donde las margaritas crecen salvajes, sentada al borde del arroyo donde una vez jugaron a ganarle la partida al calor.
FOTO DE INTERNET


No reconoce al nuevo ser que se aloja en la habitación del fondo del pasillo, viste con su ropa y disfruta de sus enseres. Los que ella tanto mimaba. La oye cantar las canciones que antes compartían e intenta recordar la última vez que lo hicieron juntas  ¿Cuándo las  conversaciones fueron sustituidas por monosílabos y la risa quedó solitaria? ¿Dónde fueron los secretos susurrados en las madrugadas?

Preguntas que se estrellan en el eco de la mudez. Restos de muñecas juegan al escondite en sus manos y las zapatillas de ballet la invitan a danzar. Todavía queda un halo de niñez en el aire que amenaza con un adiós cada anochecer.

Pasa junto a ella descubriendo al silencio cosido a los labios. Pequeñas descargas percibe la piel cuando se rozan.  Armas desenfundadas en un campo de batalla inexistente a la espera de un nuevo ataque. No hay Victoria en esta guerra sin cuartel. La una defendiendo a su nuevo huésped, la otra luchando sin luchar.

Desde hace un tiempo una extraña se interpone entre ellas.