Carne
trémula erizada bajo el pulso de una caricia. Regueros de fuego queman surcos en
mi piel. Se asoma el anhelo en la profundidad de tus ojos fecundando la hoguera
donde sumisa me entrego.
Cerrado el
mundo y abierto el universo juegan los instintos a velar la noche tocada de
luna. Hundes tu gemido en mi pecho y aspiras el aroma de una vetusta primavera.
Tus brazos como fuertes cadenas me entregan a una libertad donde sin recato
ofrezco mi boca. Mis senos recogidos en
tus manos, tus manos amoldadas a ellos, mientras voy cosiendo tu cuerpo a mi
figura y pactando el aire que me abandona.
Se entrelazan
los dedos, las piernas, las lenguas, las almas, las vidas… Se mezclan los
sabores como jugos de frutos prohibidos. Somos las llamas trenzadas de un fuego
que incendia el camino a su paso, devorando cada hendidura y encaramando cada saliente.
Somos el
fulgor de las brasas en una noche queda. Somos oscuridad, luminiscencia, muerte
y resurrección. Dos luceros que se extinguen al alba, dos corazones con sus
guerras y su paz.
A horcajadas,
vaciando palabras sobre la boca del otro. Estrellando los latidos del pecho al
son de un viento racheado. Chocando las miradas ardientes entre las pestañas
para precipitarse en las curvas de sus rostros. Los cuerpos pegados, fusionados
recibiendo la descarga de caricias. Las manos como aves liberadas revoloteando
sobre el cielo de la piel.
A
horcajadas, a sabiendas que abrazaban Kriptonita dejándose guiar por el deseo
de sentirse. El aire celoso de ese instante, colándose, danzando por entre el
pelo de ella. Pegándolo a los labios, haciendo de telón, de pared, de muro
entre los besos. Besos ya no reos, saliendo de una prisión de fuego en un orden desordenado,
quemando oxígeno, aspirando aroma, bebiendo miel.
A horcajadas,
mezclándose con el humo de un café y el lamento de un blues. Desnudándole los
minutos al día, atrapando el tiempo a traición. Escribiendo una historia por un
pasillo de palabras ahogadas. Tejiendo una tela de araña prisioneros de su
propio incendio, de su misma muerte.
A
horcajadas, sorbiendo tragos de vino eterno. Entregando vida a cambio de más
vida. Vampirizando al espíritu del amor para que se amolde entre ellos.
Rogándole a Eros que hunda más la flecha en sus corazones. Conjurando palabras
exaltadas en la cornisa de la pasión. Vencidos sobre sí mismos se dejan limar
las aristas de sus almas.
Quiénes la
conocían decían de ella que era una pobre ilusa, siempre inventando historias.
Otros más atrevidos la comparaban con Bella, (sí, la de Disney) por su afición
a la lectura. Ella reía y se divertía al ver cómo todos divagaban sobre su forma
de ser o estar.
Era un poco
alocada, ensoñadora, protagonista de sus sueños siempre imaginando que un héroe
de película vendría a rescatarla. Volarían de la mano bajo un manto estrellado
y ella creyéndose Lois Lane, se dejaría enamorar por un tipo cuyos slips
estuviesen a cara vista.
Mientras
paseaba su mirada por las nubes fumaba lo que quedaba de la noche. Pronto
acabaría su turno. Tarareaba una canción elegida al azar, una letra fácil y
tonta, a ella la distraía y la sacaba de su insulsa realidad. También era
casualidad que era pegadiza, y le ayudaba para robar sonrisas a los pacientes.
En eso andaba
cuando una luz cegadora rasgó el encapotado cielo. Un rayo, una estrella fugaz,
un… Un ruido estruendoso se abrió paso tras ella. Cargada de más miedo que
valentía se fue acercando hasta el amasijo de hierros que cada vez iba tomando
forma tras una nube de humo.
Cómo si de
un conocido programa se tratara. De entre aquella nebulosa salió un cuerpo,
algo amorfo al principio, fue adquiriendo cualidad humana o eso le pareció a
ella. Frotó los ojos porque el tamaño de la cabeza no le cuadraba con un perímetro
normal, los brazos extralargos, las piernas demasiado cortas y del tronco mejor
no hablar.
A la vez que
se le acercaba, ella daba tímidos pasos hacia atrás hasta que su espalda tocó
la fría baranda. Cuando se consumió la distancia que había entre ellos, él comenzó
a hacer aspavientos con las manos, gestos con la gran cabeza. Y menos mal que
antes de que se asfixiara con la escafandra, cayó en la cuenta de que le estaba
pidiendo ayuda para desnudar su cabeza.
Descubrió el
mar de sus ojos y sin palabras la dejó cuando le relató su historia:
Ladrón de
estrellas en noches nubladas. Estaba haciendo
equilibrios entre Leo y Virgo cuando la vio jugar con el humo de su cigarro,
oyó su voz coqueteando con una canción y tanto se asomó para ponerle rostro al
conjunto que se precipitó al vacío.
Tras unos minutos,
la risa rompió el silencio y ambos se contagiaron de una extraña magia. Ella le
tomó la mano pidiéndole que hiciera el favor de contarle algo más creíble o
empezaría a pensar que estaba tan loco como ella.
No hubo
manera de conocer la verdad. Desde entonces andan juntos por la vida, se les
conocen como el loco astronauta y la enfermera soñadora.
P.D.- Lo prometido es deuda Txatxa. Espero que te guste, fue un placer escribirlo pensando en ti y una casualidad encontrar en la red a esta parejita tan parecida a las que salen de tus manos. Un abrazo.
Por cierto, esta canción siempre me roba una sonrisa ;)