Mis amigos

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sábado, 21 de diciembre de 2013

RUBIA POR NAVIDAD



Con el paso de los años mi pelo se va decolorando, destiñendo, en definitiva que ya voy pintando canas. Con las capas de tintura apenas se aprecia, pero están ahí, rebeldes y brillantes bajo el sol.

He descubierto que últimamente se han revelado todavía más vistiéndose de un despampanante rubio platino, lo deduje hace unos días cuando entré en una administración de loterías. No suelo jugar, el por si acaso en estas fechas me persigue y sale el: yo también que llevo dentro.

Cuando solicité el dichoso décimo, la chica del establecimiento me contesta que si lo quería de máquina. -¿Cómo?-  Abrí los ojos como platos, la boca en una O mayúscula y la mente a 100 revoluciones por minuto. – ¡He pedido un décimo, no un café! – Fue lo primero que solté. Sonriente y solícita la dependienta me pregunta que desde cuando no compro lotería. Mentalmente hice un cálculo rápido, la sorpresa fue descubrir que hacía justo un año que no participaba en ningún juego de azar. ¡Cómo pasa el tiempo!

Doblada por la risa me pide elección del  número. - ¿Eso también es posible?- Ya era tarde para cerrar mi boca. La pobre pasaba del color berenjena al violeta en décimas de segundo. Para rematar mi actuación delante de los parroquianos allí congregados no se me ocurre otra cosa que exclamar: - ¿Estás segura de que este papelito es para Navidad y no para la bonoloto?, verás es que… lo del décimo con sus colorines parece más creíble que este simple resguardo.

Hubiera deseado ser escapista como el famoso Houdini. El coro de risas continuó oyéndose hasta que doblé la esquina. No quiero imaginar los comentarios a mi espalda. Pero es que una a veces es rubia platino y mira por donde ha aflorado esta Navidad.



Imagen sacada de Internet




OS DESEO UNA FELIZ NAVIDAD A TOD@S L@S QUE POR UN MOTIVO U OTRO PASÁIS POR MI ESPACIO. MUCHA SUERTE PARA EL SORTEO, CRUCEMOS DEDOS.





viernes, 13 de diciembre de 2013

¿TE GUSTA CONDUCIR?



Un coche, un destino, la música y tus reflexiones. Ecuación idónea para liberar la adrenalina acumulada durante el día. El trayecto es un tiempo excelente para una buena conversación entre tus neuronas y tu propia voz. Ellas ignoran cualquier comentario hecho por tu parte, están sumidas, volcadas totalmente en una discusión sin cuartel sobre algún contratiempo surgido.

Vas restando kilómetros y sumando pensamientos. Depositas la mirada en cada paisaje, quieres congelar la imagen, quedártela en algún lugar del cerebro para poderla disfrutar más tarde. El amanecer a tu derecha, el futuro ante ti y el pasado queda atrás. Entre tus manos el poder y bajo tus pies la autocracia sobre el motor. Sueñas con volar. Así día tras día consigues la simbiosis, la química que lleva a la unión entre el humano y la máquina.

No desaparecen los problemas, el mundo no cambia nada mientras conduces y piensas, piensas y conduces. Pesan menos cuando llegas al final del camino, se evapora el mal humor y sacas una sonrisa de la guantera, la de los lunes, por ejemplo, para llevarle la contraria a la sociedad.

Aparcas y te alejas mirando a tu cómplice, las horas solo es tiempo que hay que quemar y pronto volverás a ocupar ese habitáculo, el mismo que te regala la sensación de poder.

Regresas a casa dejando los obstáculos en la calzada, quedándote con lo bueno o lo regular. Se consigue, se logra durante la distancia que separa un rumbo de otro. Disfrutar de la sensación de conducir es un placer siempre que te guste hacerlo.


¿Te gusta conducir?







jueves, 5 de diciembre de 2013

TANTO WHATSAPP, TANTO AMOR

Ando ilusionada, entusiasmada, enamorada, todas las “adas” imaginadas.

Hace unos meses conocí a alguien. Nadie especial, sin embargo, tras un bombardeo de WhatsApp ha conseguido entrar en el ranking de los contactos más deseados y necesitados del día o de la noche, ya no hay distinción.

Suena  a cualquier hora, mi corazón se dispara, me lanzo en plancha y sin paracaídas sobre mi móvil de última generación. Vuelan mis dedos sobre la pantalla digital y ahí está su imagen. Mi cara se ilumina pareciendo a unos de esos muñecos Gusiluz, la sonrisa del Gato de Cheshire es una minucia si la comparas con la mía, los ojos nadando en chiribitas se salen de las órbitas…, solo pienso: que nadie me vea en este estado cada vez que truena el ya archiconocido sonido del WhatsApp, y menos él.

Son más numerosos. Empieza un: buenos días, seguido de un: ¿qué tal va la mañana? le acompaña: ¿un café o ya lo tomaste? sorprende un: ¡sal de mi cabeza, por favor! continúa un: ¡déjame trabajar! A todo esto le sumo el entusiasmo en mis respuestas consiguiendo la perfecta combinación para que la testa o su interior queden flotando en una nube.

He conseguido un dominio insólito en el manejo de cubiertos y teclado al mismo tiempo. Vivo, como, duermo, trabajo…, conjugo todos los verbos mientras chateo con él. Que siente lo mismo, me dice el muy pirata. Las madrugadas se llenan de luz, tendré que bajar la intensidad de la pantalla, su: ¿duermes o te sueño? da pie para comenzar otra avalancha de mensajes cada vez más sugerentes.

Es cierto que cuando nos tenemos de frente nos limitamos a hablar de cosas banales, sintiéndonos cortados o cohibidos ante la presencia del otro. Me he llegado a preguntar si somos las mismas personas que mantienen conversaciones hasta altas horas de la madrugada,  a resguardo de la intimidad y la complicidad que aporta la oscuridad. He comprendido que no es amor, ilusión más bien. Y sienta genial este nuevo estado.

Pasan los días y ha bajado el número de WhatsApp. Aparecen las primeras dudas: ¿Otra chica? ¿Le sigo importando? si hasta la semana pasada me quería ¿Qué ha pasado? Apenas dos mensajes por la mañana y uno a medio terminar por la tarde. Las noches se hacen eternas esperando escuchar el silbido del móvil.

Ni un WhatsApp en todo el día ¡me olvidó! Cada vez son más distanciados, he multiplicado mi dosis de nicotina entre uno y otro. Estoy hecha un lío y repleta de preguntas ¿He cambiado o hemos cambiado?

El fin de semana ha sido divertido y me ha demostrado que todavía soy importante. Hemos hecho planes para este puente de diciembre…, y dice que tiene una sorpresa preparada. Es un cielo. Y yo aquí, esperando el tonto sonido que me confirme algo que no es.

Me pregunto: ¿se puede medir el amor por la cantidad de WhatsApp que mandamos o recibimos?