Adoro el rojo terciopelo… la intensidad de su tono envolviendo
tu delicado cuerpo, haciendo juego con tus ojos, tu pelo… adaptándose a tus formas,
ciñéndose a tus curvas. Esas curvas que hacen que pierda la cabeza y me
transforme en una bestia hambrienta de posesión.
Verte así… inerte, tumbada sobre la cama, resaltando tu
expresión sobre el color. Dormida para mí, con el rostro principesco, como
esperando un beso de amor. Recorro con la mirada cada parte de tus modos,
deteniéndome en cada uno de ellos y traer a mi mente momentos vividos, la
pasión desbordada en cada entrega.
Me revuelvo en el sillón, pensamientos contradictorios me
llevan a caer en la cuenta de mi nueva situación… sentimientos encontrados,
emociones que me vapulean la mente. Me vuelvo a centrar en tu figura inmóvil.
El cuadro de tus hombros, la perfección para enmarcar el
escote donde tantas veces vertí mi hombría y sellé tu piel con mi nombre.
Deslizo la vista hasta tus caderas y siento esa pulsión incontrolable al
pensar es tus movimientos llamando a los míos, con la seductora redondez
engarzada a mis manos mientras mi cuerpo se estrellaba una y otra vez.
Tapo mis ojos con mis manos y es entonces cuando veo el rojo
también en ellas. Me apresuro para correr a tu lado y comprobar tu estado, el helor
que emana tu cuerpo, tu inexistente respiración, la rigidez de tus brazos… la
desesperación me alcanza porque empiezo a recordar…
- Mía y de nadie más. - Grité antes de seccionar tu cuello y verte caer como un juguete roto. Inmaculada pertenencia en cada desgarro que llevé a cabo, amputé tu vida para que pertenecieras a la mía.
Después todo se tornó rojo terciopelo envolviendo tu
delicado cuerpo.- Mía y de nadie más. - Grité antes de seccionar tu cuello y verte caer como un juguete roto. Inmaculada pertenencia en cada desgarro que llevé a cabo, amputé tu vida para que pertenecieras a la mía.