Mientras plancho, por mi cabeza pueden pasearse toda clase de pensamientos: unos soñadores, otros con planes de futuro, algún que otro terrenal. Reconozco que lo que más me gusta hacer mentalmente es cambiar los muebles de sitio.
Esa tarde mis abstracciones estaban en darle a la casa una mano de pintura. Ya me vi este verano de pintora de brocha gorda, con un mono blanco inmaculado, mi gran cubo de acrílico y mi rodillo extensible. También visualicé los daños colaterales, caos y desorden por doquier.
- Nena, ¿has pensado que más que una habitación parecerá la casa de Hansel y Grettel?
- También quiero una mosquitera sobre mi cama de color…
- No me digas más: ¡rosa!
Creo que no le pediré consejo sobre el resto de la casa: Me imagino viviendo en el castillo de las princesas Disney.
Si abro su armario descubro el mundo de tarta de fresa y su zapatero parece que perteneciera a la mismísima Barbie.
Ir de compras con ella es toda una odisea. Se enamora de la lentejuela, el encaje, en fin, todo lo que brille o resalte demasiado. Y viene hasta a mí con la susodicha prenda envuelta en un aura de alegría.
- Mami, te queda bien, ¡cómpratela! Las miradas dicen más que las palabras, ¡qué cierto es!
Desaparece para devolverla a su sitio y aparecer en un minuto con otra prenda de iguales características. No tiene remedio. Al no conseguir cambiar mi look, decide dedicarse al suyo. Ahora es peor. Sale su alma de artista y empiezo a temerle.
Los zapatos, grave problema. Todo tacón vertiginoso es digno de ser elegido por ella, a esto también hay que sumarle el color, cuanto más osado mejor lo prefiere. Debido a su edad no permito esa compra, entonces es cuando saca sus armas de persuasión y me clava:
- Tú irías genial, súper-alta y súper-elegante y yo tendría una mami muy alta que además me los dejaría para ir por casa.
¡Hala, ya lo ha dicho! Me defiendo con una frase cortante:
- ¿Quieres una madre alta o coja? , deja que yo me ocupe de la altura de mis zapatos, no creo que sea un tema a debatir.
No sé cómo lo hace, consigue que termine cediendo ante algún capricho. Y este verano paseamos palmito, yo con unos zapatos azul petróleo y un tacón de impacto, el que me llevaré como dé un traspié, ella con una falda de tul del mismo color que todos pensáis.
Sé de qué hablas, Aurora (bueno, de qué escribes). Yo también paseo por ese mundo rosa del todo, rosado y rosita, con mi niña guapa :)
ResponderEliminarAunque desde la perspectiva de un padre, claro está.
SALUDos
Jajajaja, es imposible aburrirse en este mundo de fantasía, aunque sea desde tu perspectiva no pasa inadvertido.Como siempre es un placer que te pases por aquí. Un abrazo, Luis.
ResponderEliminarVivir con una princesa no es sinónimo de cuento de hadas. Sabes bien que esa princesa a veces se convierte en una Fiona.
ResponderEliminarY también me tienes a mí, que en numerosas ocasiones te hago de Shrek.
En realidad tienes un mundo de fantasía a tu alrededor ;) (obsérvese la paradoja, jeje)
Ya lo sabías, pero para que quede constancia fehaciente: el texto me ha encantado.
1000 BSS
Ya lo sabía, pero gracias. Aunque sea de fantasía no deja de ser un mundo. +Bssss
EliminarPues tocaya, yo tengo cierta envidia (sana) porque siempre quise tener una niña para hacerle coletas y dejarla que se pinte con mi maquillaje y se ponga mis tacones...
ResponderEliminarHe de conformarme con uno que a estas alturas ya tiene un 45 de pie y es todo un machirulo, eso sí, su lado más sensible (¿el femenino?) no para de repetirme que me quiere y mucho, así que acabo olvidándome de las barbies, del rosa y de las coletas.
;-)
Con los hijos en general se tiene siempre un toque de complicidad, pero las niñas siempre llegan a sacarte esa otra que guardas en algún lugar de tu buhardilla.
EliminarY ese machirulo con su 45 ¡madre mia, qué pie!!! Se las apaña muy bien para hacerte sentir especial y querida. Bien por él!!!!!
Tocaya, gracias por pasar por aquí. Un abrazo.
Me encanta como has descrito a una verdadera princesita, transmites su inonencia. La frase final, su mundo rosa y el tuyo azul mezclados ha sido magistral.
ResponderEliminarBesos Ana.
Inocencia, eso es lo que rebosa esta criatura mía. Estoy segura de que tu princesa también te incluye en su mundo rosa, disfrutémoslo pues. Siempre se agradece un halago. Un abrazo, Maite.
Eliminardesde luego esa princesa colma tu alma de felicidad y dulzura hacia ella. yo anhele una pero fueron dos principitos al principio, ahora son algo mas "elementos". un abrazo.
ResponderEliminarSí que lo hace, Antonioe.
EliminarEstoy segura de que esos "elementos" te darán una de cal y otra de arena, jeje. Un abrazo.