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martes, 4 de septiembre de 2012

MERCADONA VS SPA


 
 
 
 
 
Cada vez estoy más convencida de que el Mercadona de mi pueblo iba destinado a ser un centro de SPA. Una vez vistas las instalaciones, el entorno y la ubicación, desistieron de su empeño y todo quedó reducido a ser lo que ahora es: su supermercado de confianza.

La impronta de la primera idea quedó marcada. Realizar la compra en él, es como ir a un balneario para formar parte de un programa llamado (en este caso y por tratarse de un pueblo) “circuito rústico”.

La zona thermalium quedó relegada al parking: calentito, agobiante, asfixiante, el vapor de agua lo sustituimos por los gases del motor, ya sé que no es lo mismo, pero…. hay que echarle imaginación ¿no?

Una vez dentro de dicho súper, empezamos a formar parte de ese río de masa humana dejándonos llevar por la corriente.

Llegamos a la zona de los congelados. No hay que tardar en decidir qué tipo de croquetas quieres llevar a casa: también te puedes llevar un constipado. Después de la sudada, se te enfrían las neuronas.

Pasamos al solárium, también conocido como: perfumería. ¡Qué focos más potentes! Te permite sacar las gafas de sol y todo. Es aconsejable dejar el carrito en el centro del pasillo y lanzarte a coger el artículo deseado en décimas de segundo, si alargas el tiempo puedes padecer una insolación.

Sólo nos queda visitar la zona de caja. La cola transcurre entre achuchones y apretones, se podría decir que es mismamente un masaje antes de abandonar el local y volver a la zona thermalium para relajarse y salir de allí pitando.

Cuando llegas a casa con tu compra ¡no te espera un capuchino, no! Mientras  vas colocando, se cruza un pensamiento: en la próxima visita llevarás albornoz y gorro y chanclas de piscina, igual sin pretenderlo patentas una nueva forma de hacer la compra. Mirándolo bien, mi Mercadona conseguiría ser lo que en un principio: un centro de spa, pero sin agua.

domingo, 5 de agosto de 2012

LOS MEÑIQUES DE MIS PIES (desde otra perspectiva)







En la película Mi pie izquierdo descubrí los secretos que guardan todos y cada uno de los dedos del pie. Por separado no son capaces de hacer nada a derechas, sin embargo actuando como un todo, consiguen realizar labores muy variadas. Lograr que su propietario fuese un gran pintor es toda una hazaña. Según Fran Carpa mis meñiques tienen tendencia a la fuga. Mirándoles he llegado a la conclusión de que es cierto, tiene razón.

He intentado meterlos en vereda dentro de unas lindas sandalias. Consiguieron escapar por entre las finas tiras que inútilmente intentaban sujetar a esos traviesos. Se separan del resto de tal manera que llegan a tocar el suelo, y así sentirse ellos mismos, al menos esa es mi teoría de por qué lo hacen.

En invierno el problema no mejora, los enfundo dentro de unos adaptadores, más unas medias, más unas botas. ¿Y qué  hacen ellos? Gritan, se retuercen, se revelan, parecen presos chillando desde su celda, golpeando las rejas de su puerta con su jarra de hojalata, para así llamar más la atención. Y yo sonrío, como si el asunto no fuese conmigo. ¡Aunque muera de dolor!

Me tachareis de loca si os digo que llegué a hablar con el resto de sus hermanos.  Sorprendentemente me dieron conversación. Claro, eso fue después de caminar 20 km.

Pulgar llegó a la determinación de que Meñique le tiene envidia, simplemente porque nunca llegará a ser tan gordo y grande como él.

Índice me contó que actúa así porque nunca conseguirá indicar nada, es tan pequeño y retorcido que nadie podrá saber que es lo que señala.

Corazón tiene otra hipótesis. Creo que es el más engreído de todos. Sostiene el epílogo de que se comporta de ese modo simple y llanamente porque quiere ocupar su lugar. Ser el centro de atención o estar en el centro, que al fin y al cabo para este vanidoso es lo mismo.

Cuando Anular me contó la suya me dio tal risa que casi me mato en la ducha ¡Pues no me cuenta que lleva años sin hablarse porque cuando eran sólo unos pequeñajos, Meñique se dio la vuelta y aquél ni siquiera preguntó por qué! ¡Para chulo yo! -se dijo. Y dejó de hablarle.

¡Basta ya de interrogatorios! Directamente pregunté a ese par de tránsfugos ¿Qué respuesta podía esperar de tales desertores? Me agarré fuerte a la cama para no caerme, ya que me pilló allí la conversación. Y sueltan al unísono como niños cantores de Viena: estamos así porque desde esta perspectiva la vida es más bonita.

¡No me lo podía creer! Tanta perorata y tantos correctores  para descubrir que su postura no tiene ningún ánimo de lucro.

                                                                                                              

sábado, 7 de julio de 2012

MI VIDA CON UNA PRINCESA




Mientras plancho, por mi cabeza pueden pasearse toda clase de pensamientos: unos  soñadores, otros con planes de futuro, algún que otro terrenal. Reconozco que lo que más me gusta hacer mentalmente es cambiar los muebles de sitio.

Esa tarde mis abstracciones estaban en darle a la casa una mano de pintura. Ya me vi este verano de pintora de brocha gorda, con un mono blanco inmaculado, mi gran cubo de acrílico y mi rodillo extensible. También visualicé los daños colaterales, caos y desorden por doquier.

 Traslado lo pensado al resto de la familia, y oigo una voz que sobresale de entre las demás:
-   La mía en rosa palo, con cenefas de chuches, palotes de caramelo y galletas de jengibre.
-   Nena, ¿has pensado que más que una habitación parecerá la casa de Hansel y Grettel?
-   También quiero una mosquitera sobre mi cama de color…
-    No me digas más: ¡rosa!

Creo que no le pediré consejo sobre el resto de la casa: Me imagino viviendo en el castillo de las princesas Disney.
Si abro su armario descubro el mundo de tarta de fresa y su zapatero parece que perteneciera a la mismísima Barbie.

 Su mundo de color me fascina, me gusta, pero me da dolor de cabeza. Prefiero divagar ante una pared blanca, en ella visualizo toda clase de fantasías, como si pareciera una gran pantalla de cine, los de verano.

Ir de compras con ella es toda una odisea. Se enamora de la lentejuela, el encaje, en fin, todo lo que brille o resalte demasiado. Y viene hasta a mí con la susodicha prenda envuelta en un aura de alegría.  
- Mami, te queda bien, ¡cómpratela! Las miradas dicen más que las palabras, ¡qué cierto es!

Desaparece para devolverla a su sitio y aparecer en un minuto con otra prenda de iguales características. No tiene remedio. Al no conseguir cambiar mi look, decide dedicarse al suyo. Ahora es peor. Sale su alma de artista y empiezo a temerle.

Los zapatos, grave problema. Todo tacón vertiginoso es digno de ser elegido por ella, a esto también hay que sumarle el color, cuanto más osado mejor lo prefiere. Debido a su edad no permito esa compra, entonces es cuando saca sus armas de persuasión y me clava:
-  Tú irías genial, súper-alta y súper-elegante y yo tendría una mami muy alta que además me los dejaría para ir por casa.
¡Hala, ya lo ha dicho! Me defiendo con una frase cortante:
-  ¿Quieres una madre alta o coja? , deja que yo me ocupe de la altura de mis zapatos, no creo que sea un tema a debatir.

No sé cómo lo hace, consigue que termine cediendo ante algún capricho. Y este verano paseamos palmito, yo con  unos zapatos azul petróleo y un tacón de impacto,  el que me llevaré como dé un traspié, ella con una falda de tul del mismo color que todos pensáis.

 Qué difícil es convivir con una princesa de cuento. Su mundo rosa le da al mío azul un singular toque morado.