Es la hora, me enfundo mis zapatillas de travesía y la vieja ropa de deporte (pereza que tiene uno a la hora de ir de compras) Aunque pensándolo fríamente, creo que la culpable es ella. Por ella no he cambiado mi vieja indumentaria, paso tan desapercibido por su vida que aunque llevara unas luces de Navidad rodeando mi cuerpo seguiría siendo una simple sombra.
La conocí hace un año.
Apoyado en la barandilla de
mi balcón, consumiendo mi vida igual que el cigarro que estaba a punto de exhalar
entre mis labios, la vi pasar. No me vio. Como tantas veces desde entonces.
Vestía ropa de deporte, un paso firme y apresurado,
seguramente a causa de la música que escuchara en ese momento. Sus ojos
cubiertos por unas grandes gafas y sus orejas decoradas por unos minúsculos
auriculares. A la espalda, una liliputiense mochila. Siempre me he preguntado
qué guarda en ella. Creo que sólo la lleva para ir acompañada. Desde aquel
momento, ni un solo día ha dejado de pasar frente a mi balcón. Y si falla, me
pongo como loco buscando la causa o el causante que ha provocado el que ella
falte a su cita.
Me puse manos a la obra. Tenía que conocerla. Su
nombre, saber dónde vive. Escuchar su voz, su risa. Mucho me temo que me
precipité, pero así soy yo. Al cabo de unos días ya tenía urdido un plan. Me
haría el encontradizo. No, mejor la perseguiría y así saber cuales eran sus
recorridos. ¿Y si la asusto y llama a la policía?
Miedos, dudas, me atacaron, me mordieron.
Lo único que he conseguido es hacer el mismo
trayecto que ella pero a la inversa, y así poder verla de frente. Mirar su
rostro, su andar, toda ella viniendo hacia mí. Ver como camina con su mirar fijado en el suelo, que de vez
en cuando levanta para escudriñar el horizonte. Paso a su lado siempre
esperando un saludo, una mirada. Nada, siempre nada.
Estudio un guion delante del espejo. Seré el primero
en dar el paso. Llegado el momento del encuentro los nervios se apoderan de mí,
las palabras se agolpan en mi garganta, las mariposas del estómago me provocan
mareos. Una vez más sólo atino a verla pasar y preocuparme de que pueda pensar: “el loco de todos los
días”.
¡Hasta luego! -musito para mis adentros.
Pronto hará un año, ese día será el elegido.
Idearé un encuentro, me presentaré, le hablaré de otras rutas, de otros
lugares. Me vestiré con la mejor de mis sonrisas y entonces… Pero eso será
dentro de una semana, ahora me voy a mi cita. No quisiera llegar tarde, no
quiero hacerla esperar.
Las cosas que hacemos cuando alguien nos gusta y ese "alguien" no lo sabe.
ResponderEliminarEsperemos que el chico tenga suerte.
Besos
Es verdad, Moni. La de cosas que nos atrevemos a hacer.
EliminarConfiemos en la buena suerte...
Un besazo
¿Qué habrá en esa mochila... qué guardará en ella?
ResponderEliminarEste cortito texto, es un pensamiento en voz alta (en letra alta, se podría decir). Creo que todos hemos forzado alguna vez un encuentro, y claro, cuando algo es forzado, a la hora de la verdad puede haber accidentes, sudores, nervios... Y a veces hasta sale bien.
Besos, Aurora.
Compañía, es lo que lleva en esa mochila, unas veces en forma de música, otras en forma de imagen.
EliminarForzar encuentros, por intentarlo que no quede!
Gracias, Luis. Un abrazo.
Qué linda historia, qué sensibilidad tiene él y la que lo escribe sin duda alguna. Esos amores en silencio, son divinos a la vez que dolorosos, pero yo tengo mi propia frase: No hay amores imposibles, sólo falta de agallas"...
ResponderEliminarBesos!!
¿Agallas, el perro cobarde?
EliminarGracias Maite, qué cosas más bonitas me dices!!!
EliminarAy, esos amores quién nos lo ha sufrido alguna vez?
Me apunto tu frase, es muy cierta. Un abrazo.
El texto viene a plasmar lo que pasa muchas veces: que nos arrepentimos más de lo que no hacemos.
ResponderEliminarAunque, por otra parte, la ilusión que tiene el protagonista de la historia es casi mejor que el hecho de hablarle a esa persona conocida-desconocida. Casi es morboso mantenerse en esa línea de la ilusión y el atrevimiento.
Buenas palabras, Auro.
1000 BSS.
Por eso necesitamos agallas, (y no es el perro cobarde, jeje)
EliminarMe gusta tu comentario, me da qué pensar.
++++besitos.
jajajajajajaj el perro cobarde dice el Joaki... jajajajaja me parto, con lo que me gusta a mí esos dibujillos jajajaja...
Eliminar(qué cosas tiene este hombre Ana... uffff).
Jajaja, ocurrente el hombre!! A mí también me gustan esos dibujos,(reconozcamos que son un poco raros).
EliminarAaaaaaaaaaaaaaaag.... ¡¡¡ya te estás estrujando las meninges... quiero saber cómo será ese primer contacto. Cómo reaccionará ella. Qué le dirá. ¿Acabarán corriendo juntos? ¿terminará en boda? !!!
ResponderEliminarJeje... me dejaste con la intriga y este episodio... bien merece una segunda parte.
Besines. :P
Qué cosas tienes, Hulna!!! Seguramente bien merece una segunda parte, jeje, ya veremos...
EliminarUn besazo y gracias por pasar por aquí.
Precioso relato que nos deja transmite perfectamente las emociones y las ilusiones de esa gente que se fija en todo lo que transita a su alrededor...y se enamora de ello.
ResponderEliminarMuy dulce, tocaya.
Esas emociones y esas ilusiones son las que nos tienen enganchad@s a la vida. Ay, si no fuese por ellas.
EliminarGracias, tocaya!!!
Un besico.
hermoso relato. ese enamoramiento espontáneo hay que ver en lo que acaba... un saludo
ResponderEliminarAmor a primera vista. Ya veremos como acaba.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Antonio. Un abrazo.