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martes, 24 de julio de 2012

ME OLVIDÉ DE VIVIR









Parece que fue ayer y pronto será otra vez mi cumpleaños. Olvidé cuando dejé de vivir esta fecha, los nervios de los días previos, los preparativos de una fiesta, el buscar el regalo por toda la casa, el indagar qué será lo que me tienen preparado.

Un flash en mi mente: mi vigésimo séptimo cumpleaños, radiante de felicidad, rodeada de una gran familia (nosotros somos así) y como colofón sostenía a un rollizo bebé entre mis brazos.

Y se paró el reloj.

Empecé a celebrar los de los demás, preocupándome de cada detalle, de los regalos, de sus gustos. Me dediqué en cuerpo y alma a vivir sus vidas, posponiendo mis propias necesidades. Y los años se fueron acumulando como la colada para lavar.

De pronto me vi ante un facultativo y la tesitura de contestar a una simple pregunta: -¿cuántos años tiene usted?-  Fui consciente por primera vez de la situación, había pasado unos cuantos lustros y no recordaba con exactitud mi edad.

¿Amnesia? No me he dado ningún golpe en la cabeza. Confieso que necesito a un hipnotizador para que me haga una regresión y así descubrir que me ha ido pasando durante este tiempo.

No, no me estoy quejando, tampoco arrepintiendo de nada, pero mirando un poco para atrás veo noches en vela, juegos, risas, viajes, complicidad, enfados, prisas… A mi edad, he llegado a la reflexión de que me olvidé de vivir. Preguntadme  datos sobre ellos. Me los conozco al dedillo, todos y cada uno de la larga lista de eventos y acontecimientos…  Interminable. No os pido lo mismo para mí, porque sería incapaz de responder a la primera, necesitaría unos minutos para poder situarme en el tiempo.

Aún recuerdo las palabras de mi progenitora cuando con mi insolencia  la sacaba de sus casillas, ¡pobre! Reconozco que fui una niña rebelde en casa, responsable y seria en el colegio, y la alegría de la huerta entre las chicas de mi pandilla. ¿Cómo puede una misma persona ser varias a la vez?

A mi mente vienen todos estos recuerdos. Sobre todo aquellas sabias palabras que en su momento no supe valorar o no pude entender a causa de mi corta edad.

Hoy,  consecuente del número que me acompañará durante un año, como el reinado de las mises, cerraré con fuerza los ojos ante el fuego de las velas y con un soplo dejaré libre el deseo meditado. Por unos segundos quedará suspendido en el aire para más tarde volver a quedar atesorado en mi corazón.

Saborear la vida, paladearla para no tener el alma vacía y desterrar ese sentimiento que me envuelve recordando que una vez me olvidé de vivir.

  

lunes, 16 de julio de 2012

PROVOCANDO UN ENCUENTRO





Es la hora, me enfundo mis zapatillas de travesía y la vieja ropa de deporte (pereza que tiene uno a la hora de ir de compras) Aunque pensándolo fríamente, creo que la culpable es ella. Por ella no he cambiado mi vieja indumentaria, paso tan desapercibido por su vida que aunque llevara unas luces de Navidad rodeando  mi cuerpo seguiría siendo una simple sombra.

La conocí hace un año.
Apoyado en la barandilla de mi balcón, consumiendo mi vida igual que el cigarro que estaba a punto de exhalar entre mis labios, la vi pasar. No me vio. Como tantas veces desde entonces.

Vestía ropa de deporte, un paso firme y apresurado, seguramente a causa de la música que escuchara en ese momento. Sus ojos cubiertos por unas grandes gafas y sus orejas decoradas por unos minúsculos auriculares. A la espalda, una liliputiense mochila. Siempre me he preguntado qué guarda en ella. Creo que sólo la lleva para ir acompañada. Desde aquel momento, ni un solo día ha dejado de pasar frente a mi balcón. Y si falla, me pongo como loco buscando la causa o el causante que ha provocado el que ella falte a su cita.

Me puse manos a la obra. Tenía que conocerla. Su nombre, saber dónde vive. Escuchar su voz, su risa. Mucho me temo que me precipité, pero así soy yo. Al cabo de unos días ya tenía urdido un plan. Me haría el encontradizo. No, mejor la perseguiría y así saber cuales eran sus recorridos. ¿Y si la asusto y llama a la policía?

Miedos, dudas, me atacaron, me mordieron.  
Lo único que he conseguido es hacer el mismo trayecto que ella pero a la inversa, y así poder verla de frente. Mirar su rostro, su andar, toda ella viniendo hacia mí. Ver como camina  con su mirar fijado en el suelo, que de vez en cuando levanta para escudriñar el horizonte. Paso a su lado siempre esperando un saludo, una mirada. Nada, siempre nada.

Estudio un guion delante del espejo. Seré el primero en dar el paso. Llegado el momento del encuentro los nervios se apoderan de mí, las palabras se agolpan en mi garganta, las mariposas del estómago me provocan mareos. Una vez más sólo atino a verla pasar y preocuparme de  que pueda pensar: “el loco de todos los días”.

¡Hasta luego! -musito para mis adentros. 
Pronto hará un año, ese día será el elegido. Idearé un encuentro, me presentaré, le hablaré de otras rutas, de otros lugares. Me vestiré con la mejor de mis sonrisas y entonces… Pero eso será dentro de una semana, ahora me voy a mi cita. No quisiera llegar tarde, no quiero hacerla esperar.




sábado, 7 de julio de 2012

MI VIDA CON UNA PRINCESA




Mientras plancho, por mi cabeza pueden pasearse toda clase de pensamientos: unos  soñadores, otros con planes de futuro, algún que otro terrenal. Reconozco que lo que más me gusta hacer mentalmente es cambiar los muebles de sitio.

Esa tarde mis abstracciones estaban en darle a la casa una mano de pintura. Ya me vi este verano de pintora de brocha gorda, con un mono blanco inmaculado, mi gran cubo de acrílico y mi rodillo extensible. También visualicé los daños colaterales, caos y desorden por doquier.

 Traslado lo pensado al resto de la familia, y oigo una voz que sobresale de entre las demás:
-   La mía en rosa palo, con cenefas de chuches, palotes de caramelo y galletas de jengibre.
-   Nena, ¿has pensado que más que una habitación parecerá la casa de Hansel y Grettel?
-   También quiero una mosquitera sobre mi cama de color…
-    No me digas más: ¡rosa!

Creo que no le pediré consejo sobre el resto de la casa: Me imagino viviendo en el castillo de las princesas Disney.
Si abro su armario descubro el mundo de tarta de fresa y su zapatero parece que perteneciera a la mismísima Barbie.

 Su mundo de color me fascina, me gusta, pero me da dolor de cabeza. Prefiero divagar ante una pared blanca, en ella visualizo toda clase de fantasías, como si pareciera una gran pantalla de cine, los de verano.

Ir de compras con ella es toda una odisea. Se enamora de la lentejuela, el encaje, en fin, todo lo que brille o resalte demasiado. Y viene hasta a mí con la susodicha prenda envuelta en un aura de alegría.  
- Mami, te queda bien, ¡cómpratela! Las miradas dicen más que las palabras, ¡qué cierto es!

Desaparece para devolverla a su sitio y aparecer en un minuto con otra prenda de iguales características. No tiene remedio. Al no conseguir cambiar mi look, decide dedicarse al suyo. Ahora es peor. Sale su alma de artista y empiezo a temerle.

Los zapatos, grave problema. Todo tacón vertiginoso es digno de ser elegido por ella, a esto también hay que sumarle el color, cuanto más osado mejor lo prefiere. Debido a su edad no permito esa compra, entonces es cuando saca sus armas de persuasión y me clava:
-  Tú irías genial, súper-alta y súper-elegante y yo tendría una mami muy alta que además me los dejaría para ir por casa.
¡Hala, ya lo ha dicho! Me defiendo con una frase cortante:
-  ¿Quieres una madre alta o coja? , deja que yo me ocupe de la altura de mis zapatos, no creo que sea un tema a debatir.

No sé cómo lo hace, consigue que termine cediendo ante algún capricho. Y este verano paseamos palmito, yo con  unos zapatos azul petróleo y un tacón de impacto,  el que me llevaré como dé un traspié, ella con una falda de tul del mismo color que todos pensáis.

 Qué difícil es convivir con una princesa de cuento. Su mundo rosa le da al mío azul un singular toque morado.



                                                                                                                                                                                                                                                      

domingo, 1 de julio de 2012

FUEGO

Un incendio se ha iniciado esta mañana en Hellín (Albacete) Esta tarde ha traspasado los límites de la provincia llegando a Moratalla (Murcia) Desde mi pueblo, separado por unos 66 km, se ha podido apreciar este incidente. Pero caprichosa naturaleza nos ha dejado este paisaje.




ARDE EL CIELO Y EL RIO


FUEGO EN EL AGUA







FUEGO EN EL CIELO














miércoles, 27 de junio de 2012

LA MUSA







Las ramas crujían bajo sus pies. Su andar era pausado, tranquilo, no había prisa por llegar. Se deleitaba con la naturaleza, salvaje, que moraba a su alrededor. Hora cogía una flor, hora acariciaba a un animal, hora se detenía sólo para contemplar el paisaje.

Siguió caminando un rato más. De pronto, ante sus ojos, como si emanara de la nada, apareció. Una casa blanca, cercada por una valla del mismo color. Todo era blanco en aquella casa. Un camino bordeado por margaritas llevaba hasta el porche. Tres escaleras, sólo tres para llegar a una puerta. La de ella.

Se quedó quieta, mirándolo todo, estudiándolo. Entonces la vio. Tras el gran ventanal, en su rostro había serenidad, en sus ojos templanza. Parecía como si la estuviera esperando desde hacía tiempo. Ambas se sonrieron a modo de saludo. La musa levantó su mano. Ella sólo hizo un gesto con la cabeza.

Puso el pie sobre el primer peldaño, cuando algo llamó su atención. Se giró sobre sí, creyó ver algo o a alguien. Imaginaciones suyas. Cuando se dispuso a seguir avanzando, él la alcanzó poniéndose a su lado, cogió suavemente su brazo obligándola a que le acompañara hasta el bosque.

Miró una vez más hacía aquella ventana, ella seguía allí. Sus labios pronunciaron unas palabras, que la musa no pudo descifrar. Esta la miró con ojos soñadores diciéndole: hoy no Aurora, hoy no.



                                                                                              

domingo, 17 de junio de 2012

VIVIR EN UN POEMA




Hace poco descubrí  la obra de un gran poeta, y al leer uno de sus poemas, quedé abducida por sus versos.  Quedé atrapada en él. Es una osadía, lo sé, tomar algo que no te pertenece. Él  sabrá perdonar mi debilidad, al menos eso espero.

Allí hice mi morada, viviendo entre sus renglones, hice mía aquella habitación cuyo techo eran las nubes y,  que una vez al año pintaban de azul.

Paseé mis pies descalzos por aquella plaza y coroné tu cabeza con laurel. Era yo y no otra la protagonista del poema. La que guardaba la infancia en un armario sin fondo. La que ofrecía sus pechos como almohada en las noches más frías.

La que charlaba sentada como un mimo, con los pies descalzos y de color azul. Llevaba una  vida bohemia, lloraba al atardecer. Ya no quise salir de esa poesía. En ella me atrincheré, hice de cada verso mi bandera, y como un himno  lo fui recitando hasta que quedó grabado en mi mente.

Agazapada en sus esquinas permaneceré . Me quedaré sentada como un mimo en aquella plaza, me quedaré sentada y descalza.

­






Tú te sentabas como un mimo
En una esquina con los pies cruzados
Y descalzos,
Unos pies que yo amaba
Como amo el jazz.

Cuando salían los jóvenes de la Universidad
Se paraban a charlar contigo,
Y yo, como el personaje de una tragedia,
Atravesaba la plaza recitando versos,
Que eran como mis pensamientos
(Rosas contra la guerra)

 
Escribía un poema a tus pies
Y a tus pechos,
Mi única almohada en las noches
Más frías.

 
Las nubes eran el techo de nuestro dormitorio
Y, una vez al año, las pintábamos de azul,
Azul como el color de tus pies
Y de las palabras más tiernas.
El perfil de algunos dibujos perdidos.


(Fragmento del poema: “Vidas de poeta” de Ginés Émile)

lunes, 4 de junio de 2012

18 AÑOS




Hoy cruzas el umbral y llegas a mi mundo inquieto y fascinante. Con tus ojos de niño y tu maleta de sueños te niegas a reconocer que el País de Nunca Jamás se va quedando atrás, que Peter Pan ya no cuente contigo para vivir aventuras. Este nuevo traje te pesa, te incomoda y  quieres renunciar a él.

Miras asustado al futuro. Te acechan dudas, miedos, no sabes cómo pensar. Ayer eras un crío, hoy te llaman adulto ¿qué ocurrió en 24 horas? De pronto tienes que recoger un equipaje de ilusiones y desembalar el de responsabilidades.

Me habla tu inseguridad y me pregunta qué pasará mañana cuando abandones nuestro hogar, dónde quedarán nuestras conversaciones y dónde mis buenos días. Aquellos que repetía una y otra vez hasta que arrancaba de tu ronca garganta un gruñido, algo parecido a una respuesta a ese saludo matutino. Hoy te adelantas a mi despertar y pizpiretamente me citas ese buen deseo. 

Me miras buceando en mis ojos, como si quisieras encontrar en ellos todas las respuestas que andas buscando. El no hallarlas hace que te sientas perdido. Echas la vista atrás y me haces retroceder unos años. Compartíamos un juego,  hoy me has hecho recordar que ganaste porque tuviste mi ayuda. Lo había olvidado,  me alegro de que tú no. Puedes tomarla como prueba de que ahí estaré. Seré tu orilla para descansar.

Me abrazas, y literalmente desaparezco entre tus brazos. Ya eres un hombre. Planté tu primera vela en aquella tarta tan distinta a la que ahora tienes delante: sin motivos infantiles y con un número de dos cifras. Cifra que te provoca, y te hace querer huir a otro tiempo, a otra edad. Todavía recuerdo cuando era yo quien te recogía en mi regazo y conseguía rodearte en una sola vez. Y mírame ahora. Necesito turnos para poder lograrlo. Y lo logro, te rodeo fuerte y te miro y te hablo y te deseo: ¡un  feliz cumpleaños!