Parece que fue ayer y pronto será otra vez mi
cumpleaños. Olvidé cuando dejé de vivir esta fecha, los nervios de los días
previos, los preparativos de una fiesta, el buscar el regalo por toda la casa,
el indagar qué será lo que me tienen preparado.
Un flash en mi mente: mi vigésimo séptimo
cumpleaños, radiante de felicidad, rodeada de una gran familia (nosotros somos
así) y como colofón sostenía a un rollizo bebé entre mis brazos.
Y se paró el reloj.
Empecé a celebrar los de los demás, preocupándome de
cada detalle, de los regalos, de sus gustos. Me dediqué en cuerpo y alma a
vivir sus vidas, posponiendo mis propias necesidades. Y los años se fueron
acumulando como la colada para lavar.
De pronto me vi ante un facultativo y la tesitura de
contestar a una simple pregunta: -¿cuántos años tiene usted?- Fui consciente por primera vez de la
situación, había pasado unos cuantos lustros y no recordaba con exactitud mi
edad.
¿Amnesia? No me he dado ningún golpe en la cabeza. Confieso que necesito a un hipnotizador para que me haga una regresión y así descubrir que me ha ido pasando durante este tiempo.
No, no me estoy quejando, tampoco arrepintiendo de nada, pero mirando un poco para atrás veo noches en vela, juegos, risas, viajes, complicidad, enfados, prisas… A mi edad, he llegado a la reflexión de que me olvidé de vivir. Preguntadme datos sobre ellos. Me los conozco al dedillo, todos y cada uno de la larga lista de eventos y acontecimientos… Interminable. No os pido lo mismo para mí, porque sería incapaz de responder a la primera, necesitaría unos minutos para poder situarme en el tiempo.
Aún recuerdo las palabras de mi progenitora cuando con mi insolencia la sacaba de sus casillas, ¡pobre! Reconozco
que fui una niña rebelde en casa, responsable y seria en el colegio, y la
alegría de la huerta entre las chicas de mi pandilla. ¿Cómo puede una misma
persona ser varias a la vez?
A mi mente vienen todos estos recuerdos. Sobre todo
aquellas sabias palabras que en su momento no supe valorar o no pude entender a
causa de mi corta edad.
Hoy, consecuente del número que me acompañará durante
un año, como el reinado de las mises, cerraré con fuerza los ojos ante el fuego
de las velas y con un soplo dejaré libre el deseo meditado. Por unos segundos
quedará suspendido en el aire para más tarde volver a quedar atesorado en mi
corazón.
Saborear la vida, paladearla para no tener el alma
vacía y desterrar ese sentimiento que me envuelve recordando que una vez me
olvidé de vivir.