Se posó la
tibieza del otoño entre las arrugas que bordaban sus ojos. El vuelo de una hoja
trajo un fragmento adolescente. En la esquina de sus besos se remueven los de
antaño. - Bésame otra vez. Pedía bajo la tímida luz de una farola al final de
la calle.
-Bésame otra
vez. - Le rogaba con la mirada, con la boca, con la voz… Prendida de su cuello
ansiaba conservar el sabor de sus labios hasta la siguiente cita. Bajo las
indiscretas miradas de las almas nocturnas los ruegos y los besos se manifestaron
con caprichosa fantasía.
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Apoyada la
espalda en la pared, la rodeaba fuertemente con sus brazos. Mientras, ella
acariciaba las ondas de su pelo, el
recio cuello y las pequeñas orejas tan bien esculpidas. El brillo en los ojos delataba
el deseo de querer parar el tiempo.
Borrosa imagen
guardada en el fondo de un ayer.
De vez en
cuando regresa a aquella calle. Otros jóvenes usurpan el lugar repitiéndose la
misma escena. Abrazados, comiéndose con la mirada, con las manos, con los
cuerpos. Buscándose las bocas y oyendo la misma oratoria.
Se sonríe al
comprobar que la historia se reproduce con la complicidad del día. Impensable
en su época.
La noche y
sus sombras protagonistas de los encuentros.
Los últimos
rayos de sol le bañan el rostro antes de cerrar las cortinas y recogerse en su
cómoda vida. Espanta otros pensamientos como si de un insecto se tratara dedicándose
a tareas rutinarias.
Otra vez el
otoño le llueve nostalgia.